• Por Aníbal Saucedo Rodas
  • Periodista, docente y político

Santiago Peña, el político, fue un descubrimiento de Horacio Cartes. En lo académico, en cambio, su formación fue de su propia hechura. Se formó en las aulas de universidades extranjeras de alta calificación. Desempeñaba el cargo de ministro de Hacienda cuando, el 29 de octubre de 2016, decide afiliarse al Partido Colorado de la mano de su mentor y presidente de la República en ese entonces. Lo había nombrado al frente de una de las secretarías de Estado clave para cualquier gobierno, fijándose únicamente en su idoneidad, por encima de su adscripción al Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), lo que en una democracia debería ser la norma y no la excepción.

La adquisición de su pase –expresión del ámbito deportivo que bien se ajusta a ese momento– representó, para algunos analistas, que ya lo tenía en la mira como potencial candidato para sucederle en el Palacio de López. Otros mantenían un prudente escepticismo. Atendiendo a que las internas del partido estaban fijadas para el 2017 que, por lo general, acostumbran realizarse en el mes de diciembre, la exigencia de un año de antigüedad le calzaría perfectamente.

Se beneficiaba así de la modificación estatutaria aprobada en la convención del sábado 15 de enero de 2011 y que habilitó al mismo Cartes para postularse en las internas –las que ganó– del domingo 9 de diciembre de 2012. Ese fue, además, el primer paso para el retorno de los colorados al poder, lo que se concretaría en los comicios nacionales del 21 de abril de 2013. De tanto en tanto es bueno hilar la historia para interpretar el presente con mayor precisión y claridad.

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Y, efectivamente, Santiago Peña fue el candidato de Cartes en 2017, pero pierde ante Mario Abdo Benítez, quien, a la sazón, se convertiría en el nuevo inquilino del palacio presidencial. Muchas fueron las hipótesis que trataron de explicar las razones de la derrota. Desde la tradición popular de que el “candidato oficialista nunca gana” hasta los análisis políticos más rigurosos que apuntaban directamente a su paso, sin transición, de un partido a otro. Yo tenía mis propias conclusiones, un poco de cada argumentación. El 15 de enero de 2018 –fecha en que iba a proclamarse oficialmente al representante de la ANR para las elecciones del 22 de abril– quería conocer la opinión del propio Cartes: “Nos apuramos con el candidato. No era su momento”.

Fue su respuesta, que la percibí sincera. Cinco años después, ese momento había llegado, a pesar de las advertencias de la historiadora y politóloga Milda Rivarola, quien aseguraba que “los colorados no votan dos veces a un candidato perdedor”. El movimiento Honor Colorado apuesta nuevamente por Peña para las elecciones internas del 18 de diciembre de 2022, imponiéndose al elegido por el gobierno de turno, Arnoldo Wiens. Y, luego, accede a la primera magistratura de la nación en la disputa democrática de las urnas del 30 de abril de 2023.

Algunos oportunistas de oficio y corruptos de profesión, que habían vilipendiado agriamente la candidatura de Peña, una vez electo mandatario, trataron afanosamente de separarlo de su impulsor político, instándolo, incluso, a crear su propio movimiento: el “peñismo”. Que tenía que desprenderse de Cartes, un “político devaluado y sin el prestigio de años atrás” (Nicanor Duarte Frutos). Como fracasaron en sus intentos, no tuvieron más remedio que cambiar de discurso y “descubrir” que, lejos de existir un poder bicéfalo, tanto el presidente de la República como el titular de la Junta de Gobierno de la ANR vivían en un ambiente de koinonía tan perfecto como el de las antiguas comunidades cristianas.

La razón de este artículo es la reciente confesión de la senadora del PLRA Celeste Amarilla: “A Santiago Peña lo perdimos por pelotudos, porque nadie le dio ni cinco en el Partido Liberal”. La crítica es al interior de su asociación política, donde los líderes mayores –según la legisladora– no se detuvieron ni se detienen a estudiar la proyección probable de sus figuras emergentes. Una evaluación, a mi parecer, incompleta porque deberíamos añadir que, mientras en ese sector de la oposición están complicándose hasta para armar su rompecabezas, en el Partido Colorado los movimientos ya barajan nombres para el 2028. Peña es hoy presidente porque se combinaron un buen candidato y una sólida, y vieja, estructura ante una oposición fracturada que no pudo unir sus partes. Todo lo demás se encuadra dentro de la imaginación posible. Buen provecho.

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