DESDE MI MUNDO

• Por Mariano Nin
• Columnista

El frío llegó nomás al caer la noche. La temperatura en la tele marcaba 8 grados. Hace tiempo no hacía tanto frío.

Muchos se cobijaron en el calor del hogar, otros debieron hacerle frente en el trabajo, y a otros, los menos favorecidos, los tomó en la calle.

Muchas veces no dimensionamos el problema. No es nuestro, no nos afecta. Pero afuera se cruzan miles de historias, casi todas sin final feliz. En Paraguay, 212 mil personas están desocupadas.

Los vi cuando volvía a casa, tapados con diarios y cartones viejos. Toda una familia durmiendo en la calle. Creo que eran indígenas, no sé, no los vi bien, pero había tres pequeños que se acurrucaban a los mayores.

Son parte de las estadísticas de esas oenegés que no se callan, pero que dan vuelta la cara y que nadie sabe a dónde van a parar los millones que reciben. De esas instituciones que planifican campañas que casi nunca llegan a los pobres, pero que se deciden desde cómodas oficinas.

La pobreza multidimensional en paraguay que observa 4 dimensiones: trabajo y seguridad social, vivienda y servicios, salud y ambiente, y educación: afecta a 1.009.044 personas (17,1 por ciento) de la población.

Pero volvamos a las calles. Es el lugar desde donde sin entender de economía podemos medir el pulso del día a día. Así, a la sombra de estos datos, un ejército silencioso y resignado sobrevive en las calles sin esperanzas ni posibilidades.

Pienso en esa familia durmiendo en la calle mientras intento repasar mentalmente el riesgo que deberán pasar. ¿Se habrán vacunado?

Según Salud Pública, los no vacunados registran el mayor número de hospitalizados por influenza y covid-19. ¿Cómo llega una campaña a esas personas que no tienen nada?

Mañana voy a volver a pasar y esa familia seguirá en el mismo lugar. La indiferencia los castiga con olvido mientras el dinero que les pertenece sin saberlo irá a parar a quién sabe dónde.

Y las calles reflejan la realidad. Una realidad que duele cuando el frío castiga.