Las ideas son la base de las acciones. Por lo tanto, es relevante enseñar a pensar, dado que a través del pensamiento se producen las ideas. Es que la historia de la humanidad es la historia de las ideas, y lo es porque en cada época son las ideas las que han generado los respectivos comportamientos de las personas. En la concepción de las ideas el razonamiento es determinante, por eso es indispensable aprender a pensar. Pensar implica dialogar con uno mismo, decía Platón. Ahora, ¿qué diálogos internos produce cada uno?

Jean Guitton (1901-1999), filósofo y doctor en letras, de nacionalidad francesa, en su obra “Mi testamento filosófico”, escribió: “… nuestros objetivos de estudio se relacionan a menudo con nuestros intereses”, de manera que podría identificarse como fuente del pensamiento aquello que le incumbe al sujeto, y aquí cabe preguntarse, ¿qué es lo que a uno le interesa?

El escritor francés ahondaba en la necesidad de tener ideas verdaderas, e incluso reforzaba ese mensaje, indicando que las mismas debían ser absolutamente verdaderas. Por consiguiente, el pensar tiene como misión vivir la verdad, otorgándole al ser la noble conquista de sus ideas. Y convocándolo constantemente a interrogarse acerca de qué es la verdad.

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El aprendizaje del pensar requiere dedicación. Es elemental para el crecimiento integral de la persona. Cuando uno piensa aprende a asociar con amplitud lo que vive y desarrolla su capacidad para entender y comprender. Un ser pensante se interpela a sí mismo y se atreve a cuestionar lo que piensa y lo que hace. El juicio crítico debe vivenciarse hacia adentro. Ese es el espacio desde donde se cultivan las ideas. Guitton lo manifestó con sus palabras: “… el espíritu verdaderamente crítico incluiría una crítica de la crítica”, evitando de esa forma el acceso de la manipulación, que podría desvirtuar las buenas intenciones.

El ejercicio de pensar junto al otro estimula la creación de intereses colectivos. De ideas múltiples, de razonamientos en conjunto, de críticas constructivas, de valoraciones basadas en el respeto, de encuentros entre las verdades de las experiencias que acontecen en la vida. La sociedad de los pensamientos es la base de la convivencia de una comunidad. Un principio elemental para vivirla cotidianamente reside en construir ideas que pregonen el bienestar del otro, este es un interés vital para entablar el diálogo interno y la participación social con hechos.

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