• Por el Hno. Mariosvaldo Florentino
  • Capuchino

En este domingo nos encontramos con el primer envío misionario de Jesús. Estamos aún en el inicio de su vida pública. Seguramente los apóstoles no estaban muy preparados. Aún no habían entendido todas las verdades del reino que Jesús quería enseñar. De igual modo, Jesús ya les envía, de dos en dos a anunciar que un nuevo tiempo está llegando, que el mal debe ser combatido y vencido. Y que todos debemos convertirnos, abriendo nuestros corazones a la Palabra de Dios.

Podríamos preguntar: ¿Será que Jesús no se estaba apresurando al enviar sus discípulos aun sin mucha experiencia ni mucha preparación? Seguramente cuanto mejor preparados estemos, tanto mejor será la misión, pero en las cosas de Dios, todos somos aprendices por toda la vida. Nadie puede decir que ya entendió o que ya sabe todo. Cuando se trata de la evangelización nadie puede decir que fue enviado solo para enseñar. El evangelio es vivo y sorprendente, por eso también a quien lo anuncia siempre descubre algo nuevo.

Jesús sabía que las cosas de Dios solamente las tenemos cuando las damos. Él sabía que el evangelio se multiplica y crece con la predicación. Es por eso que envía a sus discípulos, aun sabiendo que no están totalmente formados. Este envío es un bien no solamente a las personas que les escuchaban, sino también a ellos mismos. Son los discípulos los que retornaron fortificados, contentos y renovados en su fe.

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Infelizmente hay aún muchos que no entienden esta dinámica pedagógica de Jesús, y cuando son invitados a asumir algún trabajo en la Iglesia, siempre dicen: “No me siento aún preparado para esto”. El evangelio de hoy nos enseña que nadie puede prepararse bien en las cosas de Dios si no empieza desde el inicio a compartir lo poco que ya sabe. Es una ilusión creer que primero debo solo recibir, para después empezar a dar. Solo dando se recibe.

Por otro lado, este primer anuncio que los discípulos hacían era muy sencillo. Era una invitación a la conversión, a abandonar el mal camino, las malas costumbres, y estar abiertos a la voluntad de Dios. La primera misión de estos apóstoles era despertar en las personas el deseo de ser buenos, el deseo de vivir la luz, de evitar las cosas malas... Es decir, despertar, porque todos nosotros ya llevamos en lo profundo de nuestro ser este deseo de ser buenos y la satisfacción de hacer el bien, pero muchas veces ese deseo está adormecido por las cosas del mundo, por la superficialidad, por el egoísmo, por la sociedad consumista. La primera cosa que todos debemos anunciar es que Dios nos hizo para ser buenos, y nadie es realmente feliz y realizado cuando vive superficialmente y pensando solamente en sí mismo. Si somos capaces de dar este primer paso, Dios ya nos manifestará cosas más profundas de su corazón.

El Señor te bendiga y te guarde,

El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.

El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la PAZ.

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