DESDE MI MUNDO

  • Por Mariano Nin
  • Columnista

Salta nos despedía con cosas maravillosas, pero aún el camino iba a depararnos más sorpresas. Después del Tren a las Nubes emprendimos el camino a Jujuy. Un camino que en todo momento nos enriquecía con paisajes increíbles.

La Ruta 40 es una aventura inagotable. Aquí se puede apreciar en toda su magnitud la unión perfecta entre el hombre, la tierra y el cielo.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Y les voy a contar por qué… Hace más de 50 años el hombre cumplía una aventura increíble al pisar en la Luna el Mar de la Tranquilidad, un extenso mar lunar donde el 20 de julio de 1969 descendió el módulo lunar de la nave Apolo 11.

55 años después nos sentíamos como aquellos héroes que pasaron a la historia. Y es que llegábamos al Valle de la Luna. Una zona con una impresionante vista que va a dejarte con el sabor de haber estado en el mismo cielo.

Se trata de una amplia zona labrada sobre distintos tipos de arcilla, rodeados de una comarca formada por basalto y lava gris y negra, con riscos de origen volcánico y de alturas de hasta 800 metros. Los colores son de fantasía.

Una muestra de la perfección en un mundo en caos. Respiramos profundo ante tanta belleza y seguimos. Y así llegamos a Cusi Cusi. Un pueblo tradicional, tan pintoresco como atractivo, donde su gente hace gala de una amabilidad única.

Pensábamos que ya lo habíamos visto todo, pero nuestros ojos tendrían aún más cosas para atesorar. Llegar al Farallón de Cabrería fue alucinante.

Ubicado en la provincia de Jujuy, en la frontera con Bolivia, la Puna jujeña, a más de 3.500 msnm, es un destino inolvidable. Aquí, paredones insondables deslumbran por su belleza natural, casi inhóspita, de historia precolombina y ancestral.

En Cabrería se vive la cultura rural en todo su esplendor mientras las llamas deambulan y pastan a su antojo en la región.

El remoto altiplano al norte de Jujuy está salpicado de caseríos de ladrillos de barro construidos alrededor de capillas blancas, lechos de ríos secos y lagunas de una belleza única. Se trata de detenerse, despojarse de todos los pensamientos y admirar la inmensidad de la tierra que nos recibe.

De pronto, todos los colores de la naturaleza estuvieron ante nuestros ojos. Habíamos llegado al pueblo Purmamarca, un destino de ensueños. Cuenta la leyenda que el Cerro de los 7 Colores fue pintado por niños para alegrar el paisaje. Lo creo. Ver el cerro pintado de colores es algo que alegra el alma.

Pero la realidad cuenta que se originó alrededor de setenta y cinco millones de años atrás, y está conformado por sedimentos marinos, lacustres y fluviales que fueron depositándose en la zona durante siglos.

La mítica Ruta 40 va serpenteando hasta la última localidad argentina, Santa Catalina, donde termina su recorrido y enlaza rumbo a La Quiaca. Nuestro viaje iba llegando a su fin…

La Quiaca tiene importancia turística por la cultura de la gente que la habita y por estar ubicada en las áridas tierras del altiplano y en el norte extremo de la Puna argentina. Dicen que La Quiaca es la ciudad más septentrional del país, aunque no la sea exactamente.

Fue un viaje inolvidable que te invito a hacer. Podría hablarte de las cosas que vi, pero todo quedaría chico ante semejante aventura. Dicen que cuando nos vamos no nos llevamos nada, excepto los recuerdos, los viajes y todo lo que vivimos.

Atesorá recuerdos, en la soledad de lo infinito quedan como un eco rebotando en la eternidad… Pero esa… esa es otra historia.

Déjanos tus comentarios en Voiz