El aprendizaje permite el desarrollo del ser humano. Para Albert Bandura, psicólogo canadiense, el entorno es un factor relevante porque las personas al observar el comportamiento de los otros pueden reflexionar sobre esas acciones y generar sus propias conclusiones, es decir, que el prójimo se constituye en una fuente de enseñanzas.

El maestro Bandura comienza en la Universidad de Stanford, en el año 1952, una serie de estudios acerca de la agresión, cuya finalidad era comprender el comportamiento antisocial de jóvenes que vivían con sus familias en zonas residenciales y con la particularidad que los padres no aceptaban que obraran mal dentro de sus casas, aunque ellos mismos eran violentos o estimulaban a sus hijos a ser agresivos cuando salían fuera de sus hogares.

Entre sus investigaciones, el doctor Bandura decidió hacer un experimento con niños de tres a seis años, y los dividió en dos grupos. Unos ven a una persona mayor que golpea a un payaso inflable, al cual llamó muñeco bobo, y otros ven a un adulto que se relaciona sin violencia con el muñeco bobo. Después cada niño estando en forma individual con el payaso inflable replicó lo que había visto, incluso algunos incorporaron otros modos de maltrato al muñeco bobo. Ante los resultados, Bandura inicia la construcción de la teoría del aprendizaje social. En su concepción diferencia el hecho de imitar comportamientos del proceso cognitivo, dado que este último requiere analizar el comportamiento observado.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Philippe Carré y Jacques Lecomte, en el libro “Los nuevos psi”, escriben: “Bandura va a ampliar progresivamente el campo de sus investigaciones, tanto en el plano empírico como en el teórico. Integra así el aprendizaje social en un papel central a los procesos cognitivos, interpersonales y autorreguladores en la adaptación y el cambio humanos”. Los autores citados resaltan que Bandura esboza el objetivo de considerar al individuo como un sujeto social en acción; para ello define a la agentividad como la capacidad humana de influir intencionalmente en el curso de su vida y sus acciones. “Desde esta perspectiva, los individuos son agentes proactivos y autorregulados, que constantemente están renegociando sus acciones, emociones y proyectos con las diferentes facetas de su entorno. Son productores, a la vez que productos de su entorno”, manifiestan Carré y Lecomte en el trabajo citado.

La autorregulación define al ser humano. La propia vida de Bandura es un testimonio de aprendizaje, su biografía inspira al que se sumerge en el imaginario de anécdotas de superación. Sus décadas como investigador le han permitido comprender que el funcionamiento humano es el producto de la interacción dinámica entre tres grupos de factores: personales (que reagrupan los aspectos congnitivos, emocionales y biológicos), conductuales y ambientales. En cada caso deberá considerarse la impronta de las circunstancias, poniendo a cada uno ante el desafío de conquistarse a sí mismo.

(*) Psicólogo y magíster en Educación

mpedroza20@hotmail.com

Déjanos tus comentarios en Voiz