Es como mirar al cielo añorando lo que nunca vivimos, lo que nunca vamos a tener o lo que nunca vamos a alcanzar.
En la inmensidad del universo podemos comprender que lo nuestro es solo una ráfaga de luz cruzando el infinito, nada más.
Le ponemos fechas a nuestros sentimientos para no olvidarnos de las cosas que realmente importan. Marcamos con días nuestras emociones para poder sentirlas y no olvidarlas. Fue desde siempre, al menos desde que la humanidad lo recuerda.
Así, inventamos el Día de los Enamorados, de la madre, del padre, que fue hace poco; del amigo, del maestro y hasta del perro.
Vivir acelerados nos sumerge en una incontrolable soledad de la cual salimos en las fechas marcadas en el calendario. Una visita inesperada, un abrazo, un regalo y de nuevo a la vorágine del día a día.
Nos olvidamos de que las cosas cotidianas van construyendo nuestras vidas. Nos van marcando el corazón con esos recuerdos que atesoramos en el alma. Dicen que las cosas valiosas no tienen precio. Pero, ¿quién lo entiende así?
Una caricia a mamá, un abrazo a papá, una palabra de aliento al amigo o una sonrisa desinteresada y sincera. La vida son los detalles, esos que no vemos y pasan volando, casi imperceptibles, pero llenos de sentimientos.
Y no los celebramos hasta que la vida te pega un manotazo y se lleva de raíz al motivo de tus sentimientos.
Y no es culpa de nadie. Es la vida. Linda y dramática al mismo tiempo. Corta y eterna. Corta para disfrutar los buenos momentos y eterna para llorar nuestras ausencias.
Hoy tomate un tiempo. Andá a pescar con tu viejo. Salí a caminar con tu hijo. Dale a mamá el gusto de quedarte a comer con ella. Saboreá el día. Visitá a tu abuelo y dale una alegría, toma su mano y que te repita las historias que escuchaste un millón de veces.
Viví el tiempo mientras dure. La muerte es implacable y a veces no acepta despedidas. No esperes “el día de”… porque hoy es el día y puede convertirse en un lindo recuerdo.
Olvidate del calendario y celebrá la vida todos los días… como diría un conocido locutor: “En vida hermano… en vida”.
Pero esa… esa es otra historia. ¡Una historia a la que vos le podés poner el final feliz!