Gracias a la escritura, la historia pudo plasmar varios momentos que convulsionaron a la humanidad, desde los textos bíblicos que narran sobre el diluvio o grandes batallas y conquistas que destruyeron civilizaciones enteras. Alejandro Magno y su invasión hasta el valle del Indo, la expansión de los mongoles, las caídas de Troya, de Grecia, de Egipto, el poderoso Imperio Romano o las Cruzadas son solo algunos ejemplos de grandes pérdidas y dolor de sus habitantes.
Otros hechos más recientes son las dos guerras mundiales o la invasión de Kuwait y ahora el conflicto entre Rusia y Ucrania que se vuelve incontrolable por las posiciones de los líderes europeos y del presidente Putin que comenzó a desplegar armas nucleares a sus aliados.
En estos momentos convulsivos de la historia también ocurren sucesos dramáticos o sorprendentes que pasan desapercibidos y que solo más tarde son valorados en su justa medida. Podríamos citar el incendio de la valiosa biblioteca de Alejandría en el año 48 a. C. a manos de los romanos durante su guerra civil en Egipto o el asesinato del matemático griego Arquímedes tras el asedio a Siracusa o el genocidio de pueblos enteros durante la conquista de América. Hace unos días todos fuimos testigos de uno de esos momentos trascendentales en la historia que quedó opacado por otros hechos más graves y globales. Con una diferencia de apenas 12 días, la Justicia norteamericana demostró que los hombres no están por sobre las leyes y declaró culpables a dos personajes “intocables”.
El primero ocurrió el 30 de mayo, cuando un jurado de Nueva York declaró culpable al expresidente Donald Trump por haber disimulado pagos a una estrella de cine porno. Fue un verdadero terremoto político, puesto que por primera vez un exmandatario era declarado culpable en un proceso judicial. De nada le valió que estuviera en plena campaña de reelección para volver a ser el hombre más poderoso del planeta.
Doce días después, el 11 de junio, en otro fallo histórico, la Justicia de Estados Unidos nuevamente demostraba que no se doblega ante el nombre de un poderoso y también declaró culpable nada menos que al hijo del vigente presidente norteamericano.
El jurado de Wilmington (Delaware) dictó sentencia contra Hunter Biden por posesión ilegal de un arma de fuego en 2018. El hijo de Joe Biden había sido imputado por tres cargos: dos por mentir en los documentos para comprar un revólver calibre 38, y otro cargo por su posesión ilegal.
La importancia de estos ejemplos radica en el mensaje que envía a quienes cometen delitos: que tarde o temprano irán a parar tras las rejas. Las sociedades no pueden progresar y son prostituidas si la impunidad impera y los delincuentes no reciben castigo porque todos piensan que, al no ser castigado un bandido, un ladrón o un político, los demás también podrían salir airosos engañando a sus semejantes causando pérdidas y hasta muertes para enriquecerse.
En Paraguay, la falta de justicia es responsable de la gran corrupción imperante. Hasta los jueces creen que pueden hacer sus negociados ilegales impunemente. No se dan cuenta del tremendo daño que causan a millones de ciudadanos que tienen fe en ellos y en un sistema que siempre da excusas a favor de los nombres en la cúspide.
Existen casos emblemáticos que la sociedad espera sean resueltos. De qué sirve luchar a medias contra el narcotráfico si cada vez hay más niños drogadictos o asesinen a un fiscal en su luna de miel, mientras los autores intelectuales se ríen del Ministerio Público. Nombres como Tío Rico, Marset, Pavão o Franco deben recibir lo que merecen. También debe haber sentencia en el caso Giuzzio, que supuestamente eliminó los controles para dar vía libre al tráfico de cocaína desde Paraguay a Europa.
El expresidente Mario Abdo también debe rendir cuentas a la Justicia y pagar por sus acciones, al igual que el exdirector del IPS Vicente Bataglia y los directivos del banco Atlas que deben aclarar el caso de Nicolás Leoz.
Los ciudadanos paraguayos tienen la esperanza de ser merecedores de una Justicia como la norteamericana que cumple con las leyes a pesar de los nombres.