- Por Ricardo Rivas
- Corresponsal en la Argentina
- X: @RtrivasRivas
El presidente Javier Milei regresó en las últimas horas a la Argentina. Con su regreso a casa finalizó el séptimo viaje al exterior que, además, tuvo como dato relevante su presencia en El Salvador donde participó del inicio del segundo mandato del presidente Nayib Bukele y, a la vez, fue el primero de los países latinoamericanos que visitó.
Vale destacar que cuatro de esos desplazamientos externos del mandatario fueron a los Estados Unidos donde, en esta oportunidad desplegó sus actividades en Silicon Valley donde conversó con Tim Cooke, de Apple; Marc Zuckerberg, de Meta; y Sundai Pichai, de OpenAI, en un intento más para atraer inversiones hacia un reiteradamente enunciado “polo tecnológico” local soñado también por el expresidente Mauricio Macri (2015-2019), que aún no emerge del terreno de lo onírico.
Sin embargo, esas rondas de negocios –que en dos oportunidades anteriores incluyeron a Elon Musk, de Tesla– contrasta marcadamente con la situación interna argentina, que es observada con mucha atención no solo por los inversores globales, sino también por el gobierno norteamericano del presidente Joe Biden y por los más visibles organismos multilaterales de crédito como el Fondo Monetario Internacional (FMI).
En ese contexto tanto desde la Casa Blanca como desde la conducción del FMI, si bien destacan en cuanta oportunidad pueden hacerlo la rapidez con la que el programa del ministro de Economía Luis Caputo opera positivamente sobre el Índice de Precios al Consumidor (IPC), que en diciembre pasado se ubicó en el 25,5 % y en mayo en torno del 5 %, no dejan de advertir sobre los efectos sociales negativos del ajuste que se desarrolla.
De hecho, el embajador de los Estados Unidos en este país, Marc Stanley, a bordo del portaaviones George Washington que se encuentra en operaciones en la ZEE (Zona Económica Exclusiva) argentina, dijo a la colega periodista Camila Dolabjian, para referirse al ajuste que “nos importa profundamente que haya una red de seguridad social para los que están afectados por la disparidad en la economía”. Y destacó que es necesario “mientras transitan (ese período) asegurarnos que los que están afectados por la inflación y por la moneda tengan acceso a alimentos”.
El diplomático aseguró además que “es muy importante para los EE. UU.” la situación social en este país que se agrava con el ajuste y admitió que si bien “es un problema doméstico (...) todo lo que estamos diciendo (al gobierno) es que por favor presten atención y que tengan cuidado”. Semanas atrás, desde el FMI realizaron la misma advertencia.
Claramente, los esfuerzos presidenciales en el exterior muy probablemente no tendrán plena aceptación si no emergen desde la política doméstica correlatos con esas ofertas para que inviertan aquí.
Los inversores rechazan tanto lo imprevisible como las dificultades que puedan emerger por falta de gobernanza. Esta semana, el señor Milei habrá de cumplir un semestre en la gestión de gobierno sin conseguir que el Parlamento apruebe ninguno de sus proyectos. Se suma a ello las dos huelgas generales que en ese mismo lapso de tiempo realizó la Confederación General del Trabajo (CGT) para rechazar “la política económica contra los trabajadores”.
En simultáneo, horas antes de que el presidente abordara el avión presidencial ARG 1, despidió al jefe de Gabinete de ministros, Nicolás Pose, y designó en su reemplazo al ministro del Interior, Guillermo Francos, y coincidentes versiones aseguran que “habrá más cambios”.
Para explicar lo sucedido, el señor Francos dijo que su designación se funda en que “el presidente me elige a mí porque se da cuenta que con la política argentina a él se le hace complicado. No la entiende. Tiene diferencias. Yo tengo una posibilidad mayor de dialogar”. Su palabra sonó fuerte. En verdad tuvo el impacto de una imprudente revelación. ¿El máximo funcionario político de la nación no entiende la política? Desde las cercanías del jefe de Estado –con formato de trascendido– no se demoró una réplica que enmendó a Francos: “El presidente no entiende por qué el sistema (político) conspira contra el desarrollo y bienestar del país”. Claramente, es una expresión bien diferente de la que hizo pública Guillermo Francos, flamante jefe de Gabinete.
Tal vez sea así. Nadie confirma, aunque sí niegan trascendidos. Curioso, por cierto. Al parecer, según quienes dicen desde el anonimato ser allegados del jefe de Estado, el señor Milei ha decidido dar una batalla cultural para reformar o, al menos modificar ciertas prácticas enquistadas en las que parecen ser, en su análisis, las convicciones de la sociedad argentina.
Mientras, el programa económico aporta datos relevantes que el señor Milei despliega ante quien quiera verlo y/o escucharlo. Se mantiene el superávit fiscal y la inflación baja sustancialmente. Pero, con esos datos a la vista, vale recordar que el consumo –incluidos los alimentos– cae porque crece una fuerte dificultad, imposibilidad en no pocos casos, de amplios sectores de la sociedad que no puede comprar aún con descenso de precios bajos. La recesión minimiza el éxito del descenso de los precios al consumidor. La batalla contra la casta dificulta cualquier acuerdo con las oposiciones. Proponer, debatir, conceder (ceder con), acordar son las prácticas por excelencia de la política en un Estado democrático de derecho. “No entender”, como reveló el ministro Francos que le sucede al señor Milei es un fuerte escollo para avanzar con sus programas de gobierno.