• Por Aníbal Saucedo Rodas
  • Periodista, docente y político

La variación en cuanto a fecha es de un día, aunque la diferencia en años es de catorce. El miércoles 26 de mayo de 2010, el presidente de la República del Paraguay Fernando Lugo Méndez se sentaba en el sillón de la presidencia de la Junta de Gobierno del Partido Colorado (simbólicamente, el sillón de Bernardino Caballero) durante una sesión extraordinaria en la cual informaba sobre el “Proyecto de innovación estructural del Poder Ejecutivo”, con el propósito de que no tenga trabas en el Legislativo. Estuvo acompañado del secretario general y jefe del Gabinete Civil de la Presidencia de la República Miguel Ángel López Perito y la ministra de la Función Pública Lilian Soto. Lilian Samaniego era titular de la asociación política a la que, por primera vez en la transición democrática, le tocaba el papel de oposición, producto de la soberbia y la ordinariez de Nicanor Duarte Frutos y la traición de Luis Alberto Castiglioni, quien alegó fraude en las internas partidarias.

Lugo aprovechó para “poner otros temas en la agenda ciudadana”, como las vacancias en la Corte Suprema de Justicia. Semanas después, el 17 de junio, a través del llamado “superministro” López Perito solicitó que la ANR designe a dos representantes para integrar el equipo interinstitucional que iba a tener a su cargo trabajar sobre “la reforma del Estado”. No existía una tragedia jurídica –como lo pinta hoy– para el entonces ministro del interior, Rafael Filizzola, actual senador por el Partido Democrático Progresista (PDP) e incondicional aliado del gobierno de Mario Abdo Benítez. Pero los tiempos cambian. Y los discursos, también.

El lunes 27 de mayo, pero de 2024, el presidente de la República asiste al local del Partido Colorado para dar a conocer su gestión de nueve meses al pleno de la Junta de Gobierno. Quien le dio el justo calibre a la reunión fue el diputado Roberto González, de la disidencia interna del oficialismo: “No es nada malo, tampoco extraordinario”. Fue un trámite exclusivamente político, probablemente inducido por el veterano dirigente Juan Carlos Galaverna, para enviar señales de paz y buenas relaciones, sin fisura alguna, entre Santiago Peña y Horacio Cartes. No había tremendismo apocalíptico como el planteado por el exsenador y exafiliado a la ANR Hugo Estigarribia, ni hacían falta los lengüetazos lameculos de Duarte Frutos para justificar tal encuentro. No representa ningún atropello constitucional ni colisiona con el detallado informe que deberá presentar al Congreso de la Nación el próximo 1 de julio del año en curso. Se trata, simplemente, de un presidente de la República que relata sus acciones de gobierno al partido político que lo llevó al poder.

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Donde sí hubo fallas evidentes fue en la organización del evento. No debió digitarse la lista de oradores. Y, para colmo, el primero de ellos, sin ninguna autoridad moral, indigestó al auditorio, como efectivamente lo hizo el expresidente de la República Nicanor Duarte Frutos (quien debería estar enfrentando cargos por corrupción ante la Justicia) con una perorata empalagosa, repetitiva y anodina, donde lo único resaltante fue su salto del socialismo humanista de 2007 al capitalismo social del pasado lunes 27 de mayo. Un abrupto giro que denota sus conocimientos de hojarasca y sus gelatinosas “convicciones”. Pero le entiendo: hay que evolucionar al ritmo de las urgencias personales, familiares y de alguna protegida en la Entidad Binacional Yacyretá (EBY), desvinculada (el 5 de diciembre) y devuelta al cuadro de personal (el 21 del mismo mes) mediante un lacrimógeno ruego, según las chanzas que circulan por los pasillos áulicos. Gana 46.175.078 guaraníes con apenas dos años y medio de antigüedad. Fecha de ingreso: 4 de octubre de 2021, con un contrato de 8.000.000 guaraníes. Un meteórico ascenso que desafía los consejos de la cordura, los códigos de la decencia y los misterios del Triángulo de las Bermudas.

De paso, tocando de oído, dio “lecciones” acerca de la criptominería, cuando su único título habilitante para dar cátedra, y con rango de PhD, es sobre la cleptominería. De Yacyretá extrajo todo lo que pudo. Y aún más. Bastardeando hasta los recursos que debieron destinarse a la distribución de víveres a las familias pobres, según se comprobó en una auditoría externa, que por ahí debe andar todavía y que le costó a la entidad 35.000 dólares. La verdad sea dicha. Alguien tiene que hacerlo.

El presidente Santiago Peña es una persona joven que aún no cumplió el primer año de los cinco que dura su mandato. Nadie como él tiene la luminosa ocasión de inaugurar el modelo de la sinceridad política y la meritocracia, sin importar quién caiga bajo su peso, por encima de la contaminante hipocresía que asfixió la credibilidad de la clase dirigente. Siempre será más recomendable la crítica del adversario que los elogios embusteros y oportunistas de los insaciables vividores del Estado. Y sin ninguna influencia –antes bien, el desprecio– en la opinión ciudadana. Buen provecho.

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