- Por Fabio Franco
- Psicólogo Comunitario – Docente universitario
- Vicepresidente de la Federación Juntos por la Inclusión
- Director de Planificación y Desarrollo de la Fundación Teletón
En el año 2022, Unicef realizó consultas a niñas, niños y adolescentes con discapacidad de 11 países de Latinoamérica sobre la violencia y discriminación en la familia, escuela y comunidad. Entre los resultados de la consulta, se encuentra una serie de recomendaciones y propuesta de solución realizadas por las propias personas con discapacidad, en este caso, incluiremos aquellas que hacen referencia a la escuela.
• Visibilidad: lo que significa visibilizar a este sector poblacional y concientizar a toda la comunidad educativa sobre sus derechos.
• Accesibilidad para la participación: entendido como derecho (accesibilidad arquitectónica, comunicacional, metodológica, etc.) y que gracias a ella las personas con discapacidad pueden participar en la clase y otros espacios de la escuela, como el recreo, excursiones, etc.
• Compromiso de los Estados con la inclusión: lo que implica cumplimiento con las leyes, inversión en políticas públicas, capacitación a la comunidad educativa y asegurar que nadie quede atrás.
• Nada de nosotros sin nosotros: refiriéndose a que se deben escuchar las voces de las niñas, niños y adolescentes con discapacidad en las decisiones que afectan a sus vidas.
• Autonomía progresiva: comprendiendo que el acompañamiento a las familias es central para fortalecer sus pautas de crianza desde el enfoque de derechos y no violencia a fin de contribuir con el desarrollo de sus hijos e hijas.
• Datos y sistemas de información: comprender que se debe construir evidencia, robustecer los sistemas de información y planificar mejor los cambios y lograr una escuela verdaderamente inclusiva.
• Participación: hacer cumplir este principio fomentando espacios de participación para la comunidad educativa.
Estas recomendaciones fueron expuestas por los propios titulares de derechos, las niñas, niños y adolescentes con discapacidad, lo que demuestra la importancia de sus voces en los procesos de cambio.
Si tomáramos estás recomendaciones y las lleváramos al plano de las instituciones educativas, ¿se aplican?; ¿son visibles las niñas, niños y adolescentes con discapacidad en el sistema educativo o todavía permanecen invisibles?, ¿existe accesibilidad en todas las instalaciones de la escuela, en los materiales, en las metodologías de enseñanza, en la comunicación o todavía existen instituciones llenas de barreras para el acceso, desplazamiento, participación y aprendizaje?, ¿el Estado tiene un compromiso real con la inclusión que se traduce en inversión concreta para que las niñas, niños y adolescentes con discapacidad ingresen y concluyan sus estudios?
Al responder a estas preguntas tendremos un breve diagnóstico de lo que viven a diario muchos niños y sus familias, pero además del diagnóstico, podremos construir una hoja de ruta para identificar las principales acciones que una comunidad educativa debe realizar para fortalecer su proceso.
En la escuela inclusiva participamos todos, porque sin la colaboración de las familias, estudiantes, docentes y equipo técnico, un plan de inclusión puede limitarse a un trabajo de gabinete que no responda a las necesidades reales y sentidas de una población históricamente discriminada y segregada.
Es imperante y urgente hacer camino al andar, que ningún niño con discapacidad se quede en casa mientras el hermano o vecino va a la escuela, esto sería cruel e injusto para todos, ya que hay una dimensión que trasciende lo normativo y que tiene que ver con lo ético, con lo que se aspira como humanidad y horizonte político, ese mundo en el que todas las personas pueden desarrollar su mayor y mejor potencial.