- Por el Dr. Juan Carlos Zárate Lázaro
- MBA
- jzaratelazaro@gmail.com
Reconociendo que las conquistas individuales que podamos lograr nos causen admiración, la creencia de que una persona por sí sola pueda alcanzar algo extraordinario no es más que un mito.
Una de las experiencias más gratificantes que existen es poder trabajar junto a otras personas enfocadas hacia objetivos y metas comunes.
A todos nos gustaría obtener los mejores resultados con el mínimo esfuerzo. Solo se podría lograr con eficiencia y eficacia a través de un trabajo participativo coordinado.
Cuando involucramos a más gente, nuestros equipos están en condiciones potenciales de producir mucho más recursos, ideas y energía que un solo individuo.
El trabajo en equipo permite proporcionar múltiples perspectivas acerca de cómo poder resolver un problema o bien lograr una meta, proponiendo varias alternativas para cada situación en particular.
Los equipos normalmente comparten el mérito por los logros alcanzados y al mismo tiempo asumen las culpas por los errores que pudieran cometer, fomentando así una humildad genuina y una comunicación autentica entre sus integrantes.
John Maxwell señala: “El trabajo en equipo no depende solo de ti. Un pequeño número de personas con capacidades complementarias que se comprometen a alcanzar un objetivo común, con metas de desempeño y enfoque, para lo cual mantienen recíprocamente la actitud de rendir cuentas. Hacer que esas personas trabajen unidas puede significar un gran desafío y requiere de un buen liderazgo”.
Se dan situaciones en que muchas de ellas estructuran equipos de trabajo por intereses personales, pero “en el fondo” precisan de actores de reparto que les permitan poder ser ellos las estrellas, actitud mezquina que lastima a cualquier equipo.
Las personas que se aprovechan de otras fracasan inevitablemente tanto en los negocios como en las relaciones. Para poder aspirar a lograr éxito se debe tener una vocación de servir a los demás.
Uno de los aspectos primarios que debemos tener en cuenta en cualquier trabajo participativo que tiene como objetivo seguir adelante, es que se ayude a crecer a sus integrantes.
En uno de sus recientes encuentros, Peña le había dicho a sus colaboradores: “Estoy entusiasmado, pero no satisfecho”, instándolos a que se mentalicen y trabajen interinstitucionalmente en equipo, para poder conseguir resultados más tangibles.
Sería lo ideal, pero mientras las personas no tengan mentalidad de liderazgo, donde la humildad y sencillez son las constantes, podrían terminar en “meras expresiones de deseo”.
Cuando los miembros de un equipo no muestran incrementos en su potencial, el primer paso debería ser el de ayudar a los que forman parte del mismo para que puedan alcanzar el crecimiento individual que los requieran.
Se dan a veces casos en que un miembro del team podría convertirlo a perdedor, ya sea por falta de capacidad como por una actitud pobre.
Un buen directivo de cualquier tipo de organización se caracteriza por la virtud de poder transmitir a los demás una cultura de liderazgo positivo, que permita dejar aflorar a los que potencialmente podrán llegar a ello en el corto plazo.
La mayoría de los directivos de nuestras organizaciones se concentran en dos aspectos: la visión y la rentabilidad.
La visión suele ser lo que más entusiasmo concentra. Sin embargo, el atender también la rentabilidad nos mantiene en perspectiva.
Las buenas cualidades dentro de cualquier equipo de trabajo distinguen a aquel líder que conoce y respeta su gente, acompañándolos en el proceso de crecimiento.
Tengamos en cuenta que como seres humanos lo que más anhelamos es: a) ver resultados; b) ser efectivos, hacer lo que uno sabe hacer y que pueda ser bien hecho; c) ser apreciados y considerados, y d) formar parte de la celebración de los logros que se alcancen dentro de los equipos de trabajo.