- Por Juan Carlos dos Santos
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En una sucesión de cambios de signos ideológicos, de arriba para abajo, como en una montaña rusa política, se van generando más cambios en la orientación de los gobiernos año tras año y en especial este 2024.
Los gobiernos progresistas van cediendo el espacio ganado desde el inicio del milenio, sobre todo gracias a la “brisa bolivariana” que no era otra cosa que la billetera petrolera de Hugo Chávez, que por cierto, por un momento “sopló” sobre nuestro país.
La apuesta por la seguridad a través de mano dura contra el crimen organizado con la que se embanderó el presidente salvadoreño, Nayib Bukele, le ha otorgado un crédito muy grande para los próximos años de su gobierno y es la excepción a la regla de cambios de signos.
En Paraguay, el gobierno de Santiago Peña sigue bajo el mismo partido que su antecesor Mario Abdo Benítez, pero este último tuvo un claro giro hacia preferencias cercanas al progresismo, a juzgar por las alianzas que consumó en sus cinco años de gobierno y que hizo que el elector considerara a su grupo casi como un opositor para las primarias de diciembre de 2022. Se puede decir que las internas del Partido Colorado en Paraguay siguieron al modelo de castigo a los malos gobiernos, tal como viene sucediendo en cada elección.
Panamá se suma al cambio de signo ideológico tras la victoria de José Raúl Mulino, de 64 años y con más del 34 por ciento de los votos de este país de poco más de 4,5 millones de habitantes. La muestra del hartazgo de los panameños con el actual gobierno del Partido Revolucionario Democrático (PRD) es el resultado de su candidato, el actual vicepresidente Gabriel “Gaby” Carrizo, quien solo ha recogido poco menos del 6 por ciento de los votos.
Mulino, quien desde el 1 de julio próximo iniciará un periodo de 5 años sin posibilidad de reelección, no estaba en la lista de candidatos a presidentes hasta marzo pasado y solo ha tenido que cargar con la postulación tras la inhabilitación de Ricardo Martinelli, el expresidente que fuera condenado a 10 años de prisión por hechos de corrupción y se encuentra refugiado en la Embajada de Nicaragua.
El ganador de las elecciones panameñas no es un improvisado en la función pública. Mulino ocupó el cargo de viceministro de Asuntos Exteriores durante el gobierno de su mentor y excandidato, Ricardo Martinelli. Sus propuestas de campaña lograron seducir a un elector agobiado por la crisis económica, algo que los panameños desconocían hasta hace poco, beneficiados casi desde siempre por la bonanza que generaba a la economía el canal.
La recuperación de la macroeconomía es la principal tarea del gobierno de Mulino, por encima de la problemática del agua, el deseo de mejorar la calidad educativa a través de la tecnología y la solución parcial o total del problema migratorio que cada vez fluye con mayor intensidad a través del tapón del Darién, la selva cuasiimpenetrable que la separa de Colombia.
El conservadurismo de Mulino, un político de derecha, probablemente vaya a chocar con sus vecinos progresistas y bolivarianos, Petro y Maduro, pero los pueblos comienzan a acostumbrarse a convivir con estos cambios. Ya solo faltarían los gobernantes.