EL PODER DE LA CONCIENCIA
- Por Alex Noguera
- Periodista
- alex.noguera@nacionmedia.com
Sentados en sillones de lujo, cada uno con computadora, con celulares, internet gratis, aire acondicionado gratis, electricidad gratis, bocaditos y hasta mozos, sin mencionar otros beneficios, los parlamentarios “trabajan” y reciben un sueldo que es de otro planeta para cualquier trabajador normal de la calle, ya que cada mes se les deposita en su cuenta en promedio 12 veces más que a cualquier empleado que cobra sueldo mínimo.
Esta brecha se ahonda aún más si reconocemos que recibir sueldo mínimo en Paraguay es un lujo ya que según cifras actuales existen 430.000 trabajadores asalariados que no alcanzan el salario mínimo.
¿Puede ser peor? Y sí, sí puede si apuntamos que el 63 % de los trabajadores carece de seguridad médica ni jubilación, es decir, no tienen derecho a enfermarse porque no tendrán con qué pagar atención médica y deberán trabajar hasta que no puedan más porque no les sobra para prever un mínimo retiro para la vejez. El panorama es peor para las mujeres, ya que el 80 % de ellas no tiene seguridad social.
En su informe de Índice de Mejores Trabajos presentado el 30 de abril –hace apenas 4 días– por el Día Internacional del Trabajo, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) hizo un llamado urgente a aumentar la calidad del trabajo en América Latina y el Caribe.
Según datos recabados en 17 países de la región, hay trabajo, pero malo. El dossier refiere que el 70 % de las personas en edad productiva trabaja, pero la calidad del empleo apenas llega a 41,2 puntos sobre 100 posibles.
Las cifras de la zona revelan que casi el 55 % de los trabajadores son informales, es decir, no tienen un contrato y menos cobertura de seguridad social. A pesar de trabajar todos los días, el 30 % no alcanza a ganar lo suficiente para superar la línea de pobreza.
Un dato no menor es que las mujeres de América Latina “tienen empleos de peor calidad que los hombres con una brecha de 16 puntos en el Índice de Mejores Trabajos”.
Con la filosofía de “ya me casé, ahora puedo engordar”, los parlamentarios “trabajan” en sus sillones de lujo distraídos en sus cuestiones personales, olvidando que por todo el salario que reciben deberían producir muchas veces más. No hay relación entre lo que cobran y lo que entregan a los ciudadanos.
Crean comisiones, se deleitan dando conferencias a la prensa que no aportan nada y de verdad creen que son importantes. Dan discursos vacíos y explicaciones rebuscadas o crean comisiones eternas que dan mil vueltas para hacer nada. Mientras, afuera del Parlamento miles de paraguayos hacen lo imposible por poder llevar el pan a su mesa, por poder subsistir un día más.
Cuando Esperanza Martínez o Celeste Amarilla sienten ganas de tomar un cafecito, hacen un gesto y el servicio es instantáneo. Ni siquiera deben moverse de su sillón de lujo. Si tienen sed, a su alcance tienen todas las veces que les place una botellita de agua potable, mineral, fría y segura.
Mientras, en ese mismo momento en el Chaco, muchos compatriotas deben caminar kilómetros para recoger agua sucia y contaminada porque es la única que hay (cuando hay).
Forman grupos con baldes o bidones y los llenan con el líquido mezclado con barro y quien sabe cuántas bacterias y acarrean todo el que pueden porque no hay una canilla como en Asunción. Tal vez en las comisiones estén debatiendo si esa canilla debe ser celeste o amarilla o verde o azul. Se envuelven en excusas y caprichos y dan buenas razones, pero nunca soluciones.
Y allá va el grupo de aguateros, cansado, expuesto al peligro de los elementos, a los animales. A ellos no les importa el color de la canilla, sino el agua a la que tienen derecho.
En vez de dar una respuesta a la urgente necesidad de agua en el Chaco, una vez más dan vueltas, crean comisiones, dan excusas y ven la manera de sacar rédito por hacer lo que deberían haber hecho y no lo hicieron.
Como indica el BID en su último informe, hay mucho trabajo, pero la calidad del trabajo debe aumentar con urgencia.