- Por Aníbal Saucedo Rodas
- Periodista, docente y político
La frase original para nuestro habitáculo autóctono pertenece a Nicanor Duarte Frutos, en tiempos en que ejercía la Presidencia de la República, con su peculiar estilo de arrebatos coléricos y autoritarios. Y otra particularidad: la pronunció en guaraní. Aunque, en puridad, se trata de una paráfrasis de otra muy conocida del general Juan Domingo Perón. Fue cuando Óscar “Cachito” Salomón se alió con la oposición para acceder a la titularidad de la Cámara de Diputados, derrotando al candidato oficialista Víctor Bogado.
De nada había servido una reunión a puertas cerradas de la Junta de Gobierno de la Asociación Nacional Republicana para intentar convencerlo de desistir de su postulación y apoyar al designado por el Poder Ejecutivo. “Ya di mi palabra a los colegas”, fue su recurrente argumento de justificación. Ocurrió en los primeros meses de 2004, hace veinte años. Como inmediata consecuencia, el entonces mandatario ordenó el despido de la esposa de Salomón de la Entidad Binacional Yacyretá (EBY).
Con los pocos integrantes del gabinete no sometidos a sus destemplados imperativos le quisimos hacer notar que se trataba de una medida, como mínimo, desacertada, con tufo a revanchismo colateral. Entonces, lanzándonos literales escupitajos, con las venas del cuello a punto de reventar, con el rostro desencajado y el dedo índice apuntando hacia su propio pecho, vociferó: “Che la presidente…ni y (agua), ni y a los enemigos”. Y la sentencia se ejecutó sin más trámites.
Es el autoritarismo y no el espíritu democrático el que domina nuestro ADN paraguayo. Los hogares están llenos de déspotas, potenciales o en pleno uso de su poder. Y la sociedad, de intolerantes con el pensamiento del otro. Todo, claro, en nombre de una libertad de generalizada proclama, pero que muy pocos la practican. No solo en la política. Pero es ahí donde más se percibe por su exposición permanente en la vidriera pública. Igual que en el periodismo, donde el sectarismo –disfrazado de intransigencia para defender valores– se multiplica como hongos no comestibles después de cada diluvio.
Para imponer la opinión personal se censura o se menosprecia la de los demás. La competencia de talentos y las polémicas de señorial exuberancia dialéctica han sido arrumbadas por viscosos exabruptos y por las babas de la cancelación, ante el aplauso frenético de la ruidosa legión de los idiotas, de la que nos advertía Umberto Eco, pero que nadie quiso escuchar. Y por lo que vemos a diario, no tiene intención alguna de retroceder.
El joven diputado por el Partido Encuentro Nacional Raúl Benítez ha reflotado el viejo refrán “al enemigo, ni agua”. De esta manera retira todo apoyo a cualquier iniciativa parlamentaria del senador Orlando Penner, quien renunció a su partido, Patria Querida (explicando los motivos), al tiempo de acercarse al presidente de la República, Santiago Peña (colorado), con la esperanza de encontrar celeridad para la ejecución de proyectos que puedan beneficiar a su región de origen, el Chaco paraguayo.
El discurso del integrante de la Cámara Baja no fue solamente un recurso expresivo. No debe entenderse en sentido figurado o metafórico. Para miles de familias de la región Occidental la locución “vital líquido” refleja una cruda realidad, una descarnada postergación, una lacerante y angustiosa situación que denigra la condición humana y vuelve insostenible la propia supervivencia de las especies.
Forzando una interpretación literaria, diríamos que Benítez condenó el conjunto por la parte. Para colmo, en su defensa en sus redes sociales alegó que no se refería al Chaco, como si fuéramos unos imbéciles incapaces de descifrar el alcance de sus palabras. Tal fue el despropósito de su mensaje, leído prácticamente en su totalidad, contrariando el reglamento de la Cámara de Diputados que, hasta los diarios que suelen amplificar sus estrambóticas declaraciones, esta vez optaron por ignorarlas.
Los datos antecedentes son fundamentales para entender el asunto. Hace una semana, Penner presentó el proyecto “Aguas para el Chaco”, que contó con la firma de varios representantes de partidos de la oposición. Después de retirarse de PQ y asegurar que se mantendrá independiente, el martes 30 de abril –mismo día de las afirmaciones de Benítez– la senadora Celeste Josefina Amarilla viuda de Boccia, del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), reculó y decidió retirar su nombre de la propuesta.
La “des-suscribió”. ¿La razón? Algunas modificaciones que se habrían realizado al proyecto original desde el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC). “Estoy analizando que no se necesita mi firma realmente –explicó–, yo no quiero poner mi firma en un proyecto del que luego se van a embanderar otros sectores y van a presentar como la superobra del Gobierno para el Chaco, como si fueran los salvadores del problema”.
El valor supremo del hombre es la libertad pero, por otro lado, la actitud de Orlando Penner es reprobable. Siempre supo dónde estaba metido. Patria Querida es un partido de cuadros. Con una conducción vertical. Dentro de esos parámetros se mueve su dirigencia. Por ese motivo, en 2013, la exsenadora Kattya González había dejado esa asociación política para migrar hacia el Encuentro Nacional. Repito, no es un militante novato, puesto que ya fue senador por el mismo partido en 2003, aunque renunció en marzo de 2005. Luego volvió como diputado en el periodo 2008-2013.
Pero, de ahí a trasferir facturas a un pueblo que hace décadas padece de la falta de agua, es ya una irracional irresponsabilidad. Algunos medios de comunicación lo han etiquetado (a Penner) como “tránsfuga” (pasar de una organización política o empresarial a otra, generalmente contraria). Sin embargo, por el periodismo que perpetraron durante el gobierno de Mario Abdo Benítez, en todo caso, son colegas. Buen provecho.