- Por Juan Carlos dos Santos
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La expresión popular “un cuento chino” es definida por la Real Academia Española como un embuste o una mentira disfrazada de artificios y no un simple engaño. Es como una historia fantástica, pero que carga en su interior una mentira ingeniosa y disimulada.
A la base de observación espacial de largo alcance que tiene la República Popular de China en territorio argentino le sobran estas cualidades y se le pueden añadir tres más: misterio, desconfianza y paranoia.
Es que en estas 200 hectáreas de territorio argentino, en la provincia de Neuquén, la soberanía la ejercen “los chinos”, tal como son conocidos los habitantes de la estación por los vecinos de la pequeña localidad de Las Lajas, la más cercana a la base, perdida en medio de la Patagonia.
Un equipo de prensa internacional intentó sin éxito conocer más de la misteriosa base, cedida sin cargo alguno por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner a su homólogo Xi Jinping por medio siglo en el año 2017.
El misterio comienza desde el mismo momento en que llega una mujer de nacionalidad china a Las Lajas y de un día para el otro monta un supermercado en una esquina del pueblo y es el que abastece a “los chinos”, que ahora solo son 6 aunque nadie los ve caminar una vez que entran a su base y continúa cuando nadie más que los propios chinos tienen acceso a ella. Y esta es solo una arista pintoresca de todas las historias que se tejen alrededor de la base de observación espacial.
Una antena de 35 metros decora el lugar siendo una de las tres de ese calibre con que cuenta China en todo el mundo. Claro, hay que decir que las otras dos se encuentran en territorio chino y estas bases están bajo el mando del Ministerio de Defensa, lo que le otorga un estatus militar, aunque China niega que se estén utilizando para actividades militares o espionaje, como sugieren los norteamericanos, preocupados por el avance de su competidor en su antigua zona de influencia.
Oficialmente es una estación de observación e investigación espacial, y al cual Argentina tiene acceso, según el acuerdo firmado por Cristina y Xi, a un total del 10 por ciento del tiempo de uso. Es decir, Argentina puede hacer uso del mismo por casi una hora y media diaria. El problema es con qué instrumentos hacerlo.
No es que los “unos” sean de confianza, pero al menos ya los conocemos. El problema es lidiar con los “otros”, la avanzada china en el continente. Ya van dos puertos de aguas profundas que se proyectan en las costas peruanas para uso exclusivo de barcos chinos. Ahora se le suma una base de observaciones espaciales para China, de espionaje a satélites y actividades militares para los Estados Unidos.
La soberanía argentina cedida a China popular con esas 200 hectáreas en Neuquén bien podría ser simplemente otro tipo de avanzada. Después de todo, la Ruta de la Seda no es un cuento chino.