- Por Felipe Goroso S.
- Columnista político
El espacio político y el espacio público generalmente se entremezclan. Para los antiguos, esto era particularmente cierto en el espacio de la polis, que era definido como “el espacio de la libertad” emancipadora de la tiranía del poder ejercido en el ámbito privado. En sentido estricto de la expresión es argumentado por autores anglosajones bajo la denominación de Comunicación Política, a la que definen como el espacio en el que se intercambian los discursos contradictorios de los distintos actores que poseen legitimidad de expresarse públicamente sobre la política y que son: los políticos, los periodistas y la opinión pública a través de distintos métodos y vías. Vaya desafiante definición.
Dentro del espacio público se encuentra un espacio particular, ya que todo lo que se dice y se hace en el mismo puede no ser precisa o necesariamente de orden político. Podría resultar contradictorio, al menos en apariencia, pero se afirma que solo forman parte de la comunicación política los discursos sobre los cuales se definen las confrontaciones. El desafío de toda fase de comunicación política sigue siendo sin duda la decisión y la acción política. En este punto, hay que resaltar que se habla de comunicación política y no de discurso político, y que se propone disgregar ambos.
Suelo objetar a algunos ñembo analistas cuando se centran demasiado en torno al análisis de las relaciones entre dirigentes políticos, periodistas de los grandes grupos de medios de comunicación y quienes ejercen algún espacio de liderazgo o conducción, ya que con ese enfoque se reduce de facto el debate público únicamente al núcleo más duro de su componente político. Después de haber efectuado un rápido recorrido histórico de los diferentes estadios de la prensa, los medios y la comunicación se puede proponer, poner a consideración al menos cuatro modelos de comunicación como principios organizadores de los espacios públicos de una sociedad democrática. Se trata de la prensa de opinión, la prensa comercial, los medios audiovisuales de masas y redes sociales y, por último, la comunicación generalizada. Estos modelos no se sustituyen unos a otros, sino que se yuxtaponen o incluso coexisten.
La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, nos llama leer y conocer más a la Comunicación Política. Ya decía Aristóteles que no se puede amar lo que no se conoce. Para amar algo o a alguien hay que conocerlo muy bien y, cuanto más se le conozca, más se lo amará. Y para conocer algo y amarlo se precisa tiempo, constancia y disciplina. Es oportuno este mensaje en tiempos en los que los expertos en política y comunicación crecen como hongos.