- Por Marcelo Pedroza
- Psicólogo y magíster en Educación
- mpedroza20@hotmail.com
La concentración se erige como una poderosa práctica para vivir y convivir. Es conceptualizada como un estado de la persona, que sin distraerse, fija el pensamiento en algo. Al concentrarse se expresa en plenitud lo que se realiza. Es evidente su despliegue en donde fluye. Su influencia en la actualidad tiene cada vez mayor preponderancia.
Cuando la concentración entra en acción es notable la unión de los sentidos. En ellos la humanidad se distingue y evoca la grandiosa fuente de recursos que posee. Al concentrarse, la capacidad de reflexión ingresa a su mejor estadio. Allí se sumerge enteramente en aquello en que centra su atención, abriéndole al pensar una colosal oportunidad para deslizarse sobre belleza natural.
Hay una infinidad de posibilidades para darle protagonismo a esta llave que conduce al deleite del existir. En cada uno está latente su compañía, basta con detectarla en los hechos cotidianos, recibirla con agrado y valorarla por lo que representa y produce. Un ser concentrado se encuentra en un estado de plenitud.
La susceptibilidad de la atención es proporcional a la enorme variedad de situaciones a la que está potencialmente expuesta. Donde dirige su foco, habilita el acceso a concentrarse sobre el mismo. Una le abre la puerta a la otra, e ingresan juntas al mundo que acontece cuando se manifiestan. Esa urbe emotiva está repleta de opciones por transitar, por lo tanto, en la concentración también hay una elección.
Ante los riesgos que pueden desviar, alterar o deteriorar la atención y por consiguiente la presencia inminente de la concentración, es vital alentar, descubrir, cuidar y sostener aquello que incita su constante vivencia. Es una misión individual aunque sus consecuencias son colectivas. Y lo son, porque el bienestar que conlleva la experiencia de estar concentrado se transmite hacia los demás y de alguna manera repercute en ellos.
Hay en cada instante una ocasión para concentrarse. En el paso que se da, en el que sigue, y en los que continúan, en todos ellos podrá decidirse cómo vivirlos. Asumirlos concentrado es una facultad viable.
En el obrar ciudadano es relevante proceder concentrado. Así es factible aportar la lucidez particular que permite visibilizar lo que en cada entorno se vive. Es que la sociedad necesita habitantes atentos y focalizados, que desde sus espacios colaboren en la construcción de su andamiaje general.