- POR MARCELO PEDROZA
- Psicólogo y magíster en Educación
- mpedroza20@hotmail.com
A la esperanza la ayudan la razón y la voluntad. En donde fluye lo razonable como un acto acompañado de sensibilidad, humildad y simpleza, es probable que acontezca el conjunto de posibilidades que habilitan el acceso a que lo deseado suceda. En el camino de los días, el desarrollo de los pasos necesarios para concretar lo propuesto requiere del empeño de quien quiere lograr lo pensado. En ese hacer vive la conquista, es decir que ya existe, y por lo tanto, la ilusión muta en realidad.
En una de sus acepciones la expectativa significa la esperanza o la posibilidad de conseguir una cosa. El sustento en que se contiene la idea de logro debe existir y además tiene que cultivarse para que pueda alcanzarse esa puesta motivante que moviliza al ser pensante.
Si bien la incertidumbre es una compañera inseparable de la humanidad, y basta para comprender su presencia con atender a las respuestas derivadas de la pregunta acerca de quién tiene la certeza de que vivirá el próximo amanecer, la expectativa requiere de ese acercamiento constante que produce cada acción dirigida hacia la probable. Entonces lo que parecía lejano o inalcanzable empieza a vislumbrarse, para ello hay que andar y eso significa trabajar, esmerarse, dedicarse, apasionarse por la vivencia de la expectativa que motiva.
El cumplimiento de lo esperado normalmente es consecuencia del esfuerzo transitado, aunque hay que respetar y por supuesto en cada caso contemplar los factores externos que pueden influir en el desarrollo de lo planificado. En ese pasar de experiencias llenas de lecciones se aprende a ser auténtico y comprensivo con uno mismo y con los demás. Dando lugar en el edificio psíquico a las certezas que habitarán en el mismo, como, por ejemplo, se puede indicar lo recientemente manifestado acerca de las consecuencias que generan trabajo, esmero, dedicación y pasión. Las dudas se reducen cuando estos se apoderan de los momentos, es que son elementales para minimizar las brechas que presentan la diversidad de formas de lo expectante.
Jhon William Atkinson (1923-2003), en su “Teoría de la expectativa - valor”, abordó magistralmente el vínculo entre el significado que se le otorga a esa proyección ideada y su potencial de logro, e incorporó a los motivos como puntales fundamentales.
Atkinson, científico de la motivación humana, destacó la dimensión del valor asignado durante el pasaje de lo vivenciado e hizo sus propias ecuaciones a través de las investigaciones que representaron sus conclusiones y que le demostraron la impronta en la vida de las personas de los motivos, las expectativas y las apreciaciones valorativas que realizan sobre lo que viven. Por consiguiente, es alentador animarse a construir objetivos que generen entusiasmo y compromiso y al mismo tiempo le den sentido a la vida.