- Por Eduardo “Pipo” Dios
- Columnista
Si uno tiene ganas de buscar excusas para explicar por qué el Paraguay sigue en el tercer mundo y tiene los problemas económicos que tiene, va a encontrar un montón: que la mediterraneidad, que los vecinos gigantes (muchas veces hostiles), que las guerras, una de ellas casi un genocidio que redujo al país a cenizas, etc., etc. Pero así como para algunos auditorios sirven de excusas, nos pueden llenar de ejemplos relativamente similares donde, con esas “desventajas” se ha salido no solo adelante, sino que triunfando.
Los hay en Europa, por ejemplo Suiza, que con guerras, vecinos gigantes y voraces, y una geografía que podría aparentar bastante hostil, es lo que es. Cambien Israel, donde al desierto hay que sumarle la guerra permanente desde antes de su fundación hace mucho menos de un siglo y hoy es una potencia económica, que crece y avanza en medio de ataques constantes.
Y me gusta el ejemplo de Taiwan, hoy radicada en una pequeña isla, con menos del 10 % de la superficie de Paraguay, luego del triunfo de la sangrienta guerra civil contra los comunistas del déspota Mao Tse Tung, cuando los seguidores de Chiang Kai Shek, muchos militares, pero también las élites culturales e intelectuales chinos, que prefirieron eso a los campos de “reeducación” de Mao (eufemismo para hablar de campos de concentración) o directamente la muerte.
Con menos de 3/4 de siglo, Taiwán es una de las primeras economías de Asia y del mundo. Su PIB supera casi al doble a la China Comunista, la cual bloquea prácticamente todo tipo de relacionamiento y reconocimiento de Taiwán por parte de los demás países del mundo. Además de la constante amenaza de agresión e invasión militar de la isla.
Uno podría pensar que todos estos factores podrían haber resultado en un fracaso, sobre todo del punto de vista económico, quizá una economía dedicada simplemente a la pesca o al comercio, pero no. Taiwán basa casi el 100 % de su economía en servicios e industria.
Taiwán es uno de los mayores fabricantes mundiales de microprocesadores o chips, y se da el “lujo” de proveer de los mismos a la propia y agresiva China.
Por el otro lado, si uno ve lo que quedó en ese país gigante de enfrente, que hoy tiene que mantener un sistema militarista opresivo, una dictadura feroz, una población empobrecida que simplemente se ha convertido en una megafactoría que paga salarios de hambre a la gran mayoría de sus casi 1.500 millones de habitantes sometidos a la pobreza, donde el fracaso del marxismo es más que evidente, ya que una pequeña élite gobernante disfruta de las mieles del capitalismo, o al menos los beneficios económicos del mundo capitalista, y la gran mayoría apenas sobrevive el hambre por ya generaciones; y por el otro, ve el éxito floreciente de Taiwán, con su democracia, Estado de derecho, economía libre, pese al acoso permanente del monstruo de vecino que tiene, parece surrealista. Pero es real.
Solo nos queda ver si alguna vez China entiende que Taiwán no es ni el enemigo ni “el mal ejemplo”, sino todo lo contrario, debería ser Taiwán quien ayude a ese gigante hambriento y empobrecido a generar un modelo que permita la salida de ese híbrido monstruoso que es hoy su economía, que no tiene sustentabilidad en el tiempo, ya que esos 1.500 o quien sabe cuántos más millones quieren (y cada día más) vivir dignamente y participar de los beneficios de los cientos de miles de millones de dólares, producidos por todos, pero disfrutado por unos pocos.
Y volviendo a nuestro país, es hora de no solo mantener los vínculos con Taiwán, sin hacer caso de las presiones chinas, a base de venta de “espejitos de colores”, en forma de supuestas aperturas de mercados (donde no hay ley ni reglas claras, y donde una decisión unilateral de ellos puede destruir la economía de países pequeños como el nuestro), supuestas inversiones que terminan en fracasos gigantes y endeudamientos escandalosos, como en Ecuador, o Centro América, simplemente para establecer sus bases militares disfrazadas de “científicas”, entre otras. Paraguay hoy no necesita de ese pulpo voraz y malintencionado, Paraguay necesita de apoyo de países realmente exitosos, que cumplen leyes y tratados, que apoyan y colaboran con sus aliados y que sean ejemplos de superación.