A pesar de estar en pleno siglo XXI, seguimos teniendo a directivos de empresas que muestran una actitud de frialdad y autoritarismo con los subordinados, causando un ambiente de tensión o estrés innecesario.

Transitan por el camino errado, pues un ambiente laboral tensionado impactará en la performance, salud física y mental de los funcionarios y por ende en la gestión económico-financiera de la organización.

El ajetreado ritmo de vida actual nos expone a dolencias de origen psicosomático y orgánico, como ansiedad generalizada, estados depresivos, pánicos, hipertensión arterial, entre otras patologías que podrán afectar a los subordinados, tornando su performance, nivel de productividad, entusiasmo, capacidad de trabajo en equipo participativo por debajo de los niveles deseados.

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Cuántas veces enfrentamos situaciones en que empleados aún jóvenes y valiosos para la organización se ven afectados súbitamente por distintos tipos de dolencias.

No resulta fácil el reemplazo de un capital humano que sea valioso, por más de que la oferta laboral supera a la demanda a nivel país, pero donde muchas veces no reúnen el perfil requerido para tal o cual posición.

La mayoría tiene su origen en el estrés o presión por encima de los niveles normales, puesto que cada organismo es diferente y reacciona de forma distinta ante diversas situaciones, lo cual se ha visto acrecentado durante la última pandemia sanitaria, en donde los protocolos obligaron a tener que hacer trabajos a distancia en sus casas, o en cuadrillas, modalidad diferente a lo que estábamos acostumbrados.

Algunas empresas de tamaño corporativo, como parte de su responsabilidad social independientemente del break diario destinado a la hora del almuerzo, cuentan dentro de su estructura con sitios de expansión como gimnasios, en donde tienen la posibilidad de pasar unos minutos haciendo ejercicios físicos a fin de que no se vaya acumulando más allá de los niveles normales el pernicioso estrés, que luego podría desembocar en afecciones más graves para la mente y el cuerpo pues mantenerse en movimiento es importante para poder sentirnos bien y generar endorfinas (hormona del placer).

Los trabajadores deben saber buscar y encontrar el necesario punto de inflexión, que les permitan mantener una vida equilibrada evitando llevar trabajo a la casa, dedicando ese tiempo a pasar momentos de distracción con la familia, lo cual ayuda a desestresarse del duro día que pudo haber tenido en la oficina por diversos motivos/situaciones, aprovechando el fin de semana para organizar salidas en familia al interior del país o quedarse en la casa, pero haciendo actividades placenteras que les permitan la “recarga de batería” como para empezar la semana con las “pilas recargadas”.

Cuántas empresas seguimos teniendo funcionarios huérfanos de los beneficios de una buena retroalimentación, en la cual su supervisor directo, a través de una conversación amena y franca, pueda darle a conocer en tiempo oportuno sus fortalezas y debilidades que les permitan reaccionar a tiempo y discernir en dónde “están parados” dentro de la empresa.

Un empleado que se sienta a gusto dentro de la compañía y que sea reconocido cuando hace una contribución positiva coadyuva en forma favorable a que pueda seguir siendo competitiva y rentable.

La mayoría de los superiores están dispuestos a considerar el equilibrio entre vida personal y profesional, si el empleado se lo ha ganado con su rendimiento.

Su consecución se ha convertido en un debate sobre cuánto debemos permitir que nos consuma el trabajo.

Los superiores pueden permitir que los empleados gocen de ciertas flexibilidades solo si antes se lo han ganado con su actuación y sus resultados.

Es falsa la creencia de que aquel funcionario o directivo que permanece más horas dentro de la oficina sería más productivo.

Lo primario radica en que sepamos organizarnos en el día a día, discerniendo claramente la diferencia entre lo urgente de lo importante, saber delegar responsabilidades y concienciarse que trabajar en equipo incrementa los niveles de calidad y productividad.

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