- Por Juan Carlos dos Santos
- Columnista
La región del sureste asiático, que equivaldría a decir Asia-Pacífico, es quizás junto al Medio Oriente una de las zonas más estratégicas del planeta por la implicancia económica, tecnológica, política y también en cuanto a la seguridad que plantea al resto del planeta.
Se puede pensar que por la distancia no podría ser de tanto interés, pero en un mundo globalizado ese tipo de pensamiento ya resulta arcaico, por llamarlo con un calificativo suave.
En cuanto a nuestro país, la China Popular es nuestro principal vendedor en varios segmentos, aunque no existan relaciones diplomáticas por una situación que es de conocimiento público. En cuanto al sector tecnológico, los productos chinos, japoneses y coreanos circulan de aquí para allá, todos “aditivados” con semiconductores de origen taiwanés, que por cierto tiene el 60 % del mercado mundial y es una de las apetencias chinas y quizás el principal motivo de la presión para lograr una reunificación.
En medio de todos estos países, aparece casi tímidamente Japón, la cuarta economía mundial que busca ser una especie de amortiguador en las situaciones complicadas. Busca el diálogo entre China y Taiwán, al tiempo que trata de aplacar poniendo paños fríos a Corea del Norte, cuyo líder Kim Jong-un –el hombre cohete–, según Donald Trump, cada cierto tiempo decide lanzar una andanada de proyectiles de diferentes tipos y alcances hacia el mar del Japón, sobrevolando ese país y cayendo en sus costas.
Japón solo atina a responder estos hechos con usuales mensajes diplomáticos, buscando no escalar una situación que bien podría convertirse en un espiral hacia conflictos mayores e incluso incontrolables. Corea del Norte es el protegido de China y es Xi Jinping solamente quien puede regular las acciones de Kim Jong-un.
Estos conceptos bien los explicó el profesor Rira Momma (un experto en temas Asia-Pacífico japonés), quien estuvo la semana pasada por nuestra capital dando charlas sobre estas y otras situaciones. Japón tiene bien claro que militarmente no podría oponerse a la segunda potencia mundial económica, tecnológica y militar que es China Popular, por eso nada más se encarga de reforzar la seguridad de sus zonas marítimas cercanas a China, además de fortalecer el vínculo con Taiwán, Filipinas y Vietnam, buscando contener, apoyado siempre por EE. UU., la expansión que presiona desde el continente.
Los valores democráticos que comparte Japón con Taiwán los ha aproximado en estos últimos años y me atrevo a decir que, si algún día se llegara a producir un acuerdo para cualquier tipo de reunificación o un simple acercamiento, ya sea entre las dos Coreas o entre China Popular y la República de China (Taiwán), Japón no solo será garante de esta situación, sino un actor fundamental en la concreción de estos eventos que, sin lugar a dudas, serían históricos. Pero la coyuntura actual, lastimosamente, nos muestra que esa situación no está precisamente a la vuelta de la esquina.