- Por Felipe Goroso S.
- Columnista político
La organización es una de las claves. Las masas no valen por la cantidad en sí mismas, valen por la capacidad de sus dirigentes. Estos se dividen en dirigentes de conducción y de encuadramiento. Los primeros se deben encargar de la conducción estratégica y los segundos de la ejecución de la lucha táctica. Todo esto precisa una unidad de concepción y una unidad de acción. La primera es el comando estratégico y el segundo a todos los comandos de la lucha táctica. Este es, desde un punto de vista ideal, la organización de una fuerza política.
Sin duda, la clase de conductor depende en gran medida el éxito al que puede aspirarse. La conducción es un arte, como la pintura o el fútbol. Tiene su técnica y su teoría. Con técnica y teoría se puede hacer un buen cuadro o armar un equipo; ahora bien, si se quiere “Una noche estrellada”, pues se requiere a Van Gogh; y si se quiere resultados, se lo trae al profe Bilardo, el mismo que decía “los rojos son nuestros”. Pasa que la teoría y la técnica son la parte inerte del arte, la parte vital es el artista. De manera que siendo la conducción un arte es necesario preparar al artista. Capacitarlo dándole técnica y teoría. La conducción política obedece a las mismas técnicas.
Algunos, tontamente, creen que conducir es mandar, cuando que en realidad se trata de persuadir. Al hombre siempre es mejor persuadirlo que ordenarle. Esta es una de las reglas de la conducción política. Así como la economía de fuerzas, la sorpresa, la continuidad del esfuerzo, la economía de fuerzas dice que no hay que ser fuerte en todas partes para vencer políticamente, antes es preferible ser fuerte en el lugar y momento adecuados. Sentidos de ubicuidad y oportunidad. Es por eso que son claves el armado y manejo de escenarios, tanto micro como macroescenarios. No solo el árbol, también el bosque.
La conducción posee variantes que se pueden desarrollar mediante la técnica, pero también la práctica. Napoleón decía que un ejemplo puede aclararlo todo. Busque usted, estimado lector, los ejemplos. Ahora bien, la política no se aprende, se comprende. Solamente comprendiéndola es que será posible realizarla racionalmente. Se puede haber hecho política toda la vida, pero eso de ninguna manera implica que se la comprendió aun cuando se pudo haber aprendido algunas de sus técnicas. Puede llegar uno tal vez con nada de experiencia; pero si logró comprenderla, será de él el éxito.
La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, es una sucesión de hechos concretos. En cada uno de ellos, las circunstancias y parámetros varían diametralmente. No existe soluciones a medida ni mucho menos sastres profesionales que las planteen. Al menos si son profesionales. Puede haber semejanzas, pero en política nunca nada es igual. Nunca.