Desarrollaré en esta nota dos temas. 1) Que el futuro de la democracia no depende de tener más elecciones. Y aclaro que no está mal hacer elecciones porque es el modo de sacarnos encima a aquellos que nos han defraudado y mentido; 2) Que las instituciones políticas y económicas de la libertad son los únicos modos de dar sentido a la democracia que debe ser de orden constitucional.
Sobre el primer punto. La democracia es un medio para sacarnos de encima a aquellos políticos y gobiernos que no nos gustan, de modo que esto le otorga valor en la toma de decisiones individuales donde, a su vez, se relaciona con: a) la ley electoral; b) los partidos políticos; c) oficialismo y oposición; y d) unitarismo.
Si la ley electoral desvincula al elector con su ya elegido gobernante entonces hay problemas. Esto ocurre cuando el voto no se lleva a cabo mediante circunscripciones electorales de espacios geográficos más pequeños por el cual el candidato que accede al poder está obligado a rendir cuentas a su electorado periódicamente.
Los partidos políticos, por su parte, deben desligarse del Estado. Craso error el de considerar al partido político como de derecho público, situación que los convierte en agencias burocráticas al efecto de cumplir requisitos que no tienen razón de ser.
Es suficiente que un partido político exponga ante la ciudadanía su línea de ideas y programas mediante el apoyo de una cantidad mínima de ciudadanos dispuestos a ofrecer sus candidaturas para que el pueblo los vote. Es de suma importancia desligar los subsidios de los partidos para que se financien con el aporte de sus simpatizantes. Dadas sus existencias legales, los subsidios y el aporte electoral, deben destinarse exclusivamente para la formación cívica de los adherentes con la certificación de una institución privada.
No me extenderé sobre esto por el espacio de esta nota. Los partidos políticos son como la polea de transmisión de una democracia, razón por la cual el debate permanente con propuestas concretas sobre la realidad nacional e internacional deben sobresalir. Cada partido se diferencia de otro para que el ciudadano conozca fuera de toda duda a qué y para qué forma parte del mismo.
Acerca del oficialismo y la oposición. El partido oficialista que gana la elección lleva a cabo su programa votado por el pueblo y no usa al Estado como botín de guerra. Esto perpetúa el estatismo porque al acceder al poder sin una filosofía y programa concretos, entonces el Estado seguirá pagando favores a sus seguidores y aportantes que se alzan con licitaciones amañadas.
La oposición, a su vez, debe diferenciarse del oficialismo. Apoyar lo que favorece a la población y criticar lo que está mal, siendo contralor de la gestión del Gobierno con medidas de políticas públicas a consideración del electorado. Y acerca del unitarismo como organización política es la forma de mantener el estatismo, los privilegios y la corrupción. La descentralización verdadera y no la falsa como tenemos es el camino correcto.
Paso ahora al segundo punto de esta nota: las instituciones de la libertad económica y la Constitución. Primero la libertad económica. El hombre para formar parte de la sociedad política previamente tiene derechos superiores al mismo Estado, de modo que para colaborar con otros, producir e intercambiar desde un producto hasta la educación como un servicio, previamente es libre de elegir.
Luego está la Constitución con dos únicos objetivos: garantizar nuestros derechos individuales (vida, libertad y propiedad privada) y limitar al Gobierno y organizar su poder; más allá de esto ese documento no tiene razón de ser.
A la fecha, el mundo está asistiendo a la democracia formalista sin contenido. Así como vamos la democracia no sobrevivirá haciendo solo elecciones que perpetúan el centralismo político, paso previo hacia una nueva forma de tiranía.
(*) Presidente del Centro de Estudios Sociales (CES). Miembro del Foro de Madrid. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”, “Cartas sobre el liberalismo”, “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes”, y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la libertad y la República”.
Los partidos políticos, por su parte, deben desligarse del Estado. Craso error el de considerar al partido político como de derecho público, situación que los convierte en agencias burocráticas al efecto de cumplir requisitos que no tienen razón de ser.
Es de suma importancia desligar los subsidios de los partidos para que se financien con el aporte de sus simpatizantes. Dadas su existencias legales, los subsidios y el aporte electoral deben destinarse exclusivamente para la formación cívica de los adherentes con la certificación de una institución privada.