- Por Aníbal Saucedo Rodas
- Periodista, docente y político
El liberalismo paraguayo, con su acta fundacional todavía fresca, no encontró mejor ni más rápido camino para la resolución de sus crispados antagonismos internos que dividirse en dos partidos: cívicos y radicales. Ni siquiera el calor del poder al que accedieron sus líderes en 1904 fue capaz de soldar la unidad entre ambos sectores. Así que se turnaron en el Gobierno mediante golpes cuarteleros, conspiraciones político-militares y revoluciones, con sus consecuentes saldos de sangre y luto (un lugar común imposible de evitar). De aquella fecha a 1924 hubo 17 presidentes en 19 años, incluyendo el breve periodo del republicano Pedro Pablo Peña del 28 de febrero al 22 de marzo de 1912. Resalta el caso particular del doctor Manuel Gondra, indiscutido intelectual, derrocado en dos ocasiones: 1911 y 1921.
Dentro del Partido Nacional Republicano, el protagonismo que tuvo en la revolución del 18 de octubre de 1891 el ministro de Guerra y Marina, coronel Juan Bautista Egusquiza, ascendido a general a partir de este suceso, provoca la primera fricción notoria dentro de esta asociación política. Es el inicio de los faccionalismos al que aludiría décadas después el doctor Osvaldo Chaves. Porque Egusquiza no solo asciende de grado, sino también de aspiraciones. Pretende la Presidencia de la República. Cuenta, aparentemente, con el respaldo del mandatario Juan G. González, ambos antiguos integrantes de la Legión Paraguaya. Y, hay que decirlo, firmantes del acta de fundación de la Asociación Nacional Republicana. El otro candidato era el general Bernardino Caballero. La disidencia crea el Club Popular Egusquicista que, incluso, posee su propio periódico, “El progreso”, teniendo como redactores a Fulgencio R. Moreno, Manuel Domínguez y Arsenio López Decoud. El “caballerismo”, por su parte, contaba con “La patria” como órgano de difusión, dirigido por Gregorio Benites, con la incisiva pluma de Blas Garay.
Bajo la sospecha de que el verdadero candidato del presidente González era su cuñado José Segundo Decoud, los generales Caballero, Egusquiza y Patricio Escobar le invitan, a través de emisarios, a renunciar. Ante su negativa, el jefe de Estado es apresado y depuesto del cargo, asumiendo en su reemplazo el vicepresidente Marcos Morínigo. Finalmente, Caballero desiste de sus intenciones y Egusquiza se convierte en el séptimo presidente del periodo constitucional 1894-1898. A partir de ahí quedaron tendidas las dos líneas, irreconciliables hasta la revolución de 1904: el caballerismo y el egusquicismo, al punto que prominentes figuras de este último sector fueron financistas del levantamiento liberal. La siguiente fase encontraría enfrentados a eleccionistas y abstencionistas en 1926 que llevó, por primera vez, a la ANR a dividirse en dos partidos, con sus respectivos diarios y comisiones directivas.
En la Convención del 17 y 18 de junio de 1923, el Partido Nacional Republicano había resuelto la abstención total, el retiro de sus representantes del Congreso de la Nación y la prohibición a sus asociados de aceptar cualquier cargo público. Para 1926, sin embargo, el presidente de la Comisión Central, Salvador Fernández, convoca a una asamblea extraordinaria para el 5 de noviembre, considerando la posibilidad de levantar la medida de protesta una vez que sea sancionada y promulgada la nueva ley electoral. Por mayoría, se decide participar de las elecciones parlamentarias del 13 de marzo de 1927. Los abstencionistas, liderados por Pedro Pablo Peña y Juan León Mallorquín, argumentan que el proyecto presentado por el partido fue cercenado y no satisface las aspiraciones del pueblo republicano. El debate aumenta de tono y agresividad hasta que el 6 de octubre de 1927 son expulsados Juan León Mallorquín, J. Eulogio Estigarribia, Ángel Florentín Peña, Modesto Salinas Rodas, Cayetano Raimondi (quien, luego, sería militante del Partido Comunista Paraguayo) y Ramón Méndez Paiva, entre otros. En enero de 1928 se consuma la escisión, siendo presidente de la Comisión Central Abstencionista el doctor Peña; vicepresidente, Mallorquín, y entre los vocales figuran Telémaco Silvera, Antoliano Garcete, Fabio da Silva y Emilio Chilavert.
En 1936 se conforma una comisión provisoria mixta de reunificación, recayendo la presidencia, por unanimidad, en Juan León Mallorquín. Se le confirma en el cargo en 1938 y entrega el poder en 1947, cuando es designado para la titularidad de la Corte Suprema de Justicia. La tercera escalada la protagonizarían los “guiones rojos” de Natalicio González, Víctor Morínigo y Mario Ferrario, y los “democráticos” liderados por J. Eulogio Estigarribia, Epifanio Méndez Fleitas, Federico y Osvaldo Chaves, y Roberto L. Petit.
En una incidentada Convención partidaria del 18 de noviembre de 1947 (de ahí la famosa frase “a sablazo o a balazo…”), que los “democráticos” calificaron de atraco, es proclamado Natalicio González como candidato del Partido Colorado para las elecciones presidenciales del 15 de febrero de 1948, sin presencia de la oposición. El 3 de junio de ese año es obligado a renunciar el general Higinio Morínigo y asume provisoriamente la presidencia el doctor Juan Manuel Frutos. Natalicio jura como presidente el 15 de agosto, pero las inquinas y los resquemores, lejos de apagarse, iban creciendo, hasta que entre el 29 y 30 de enero de 1949 el mandatario es destituido. En la Convención del 17 de abril de 1950 se resuelve la expulsión del Partido Colorado de Natalicio González, Mario Ferrario, Víctor Morínigo, Manuel Gadea, Odón Frutos y Leandro Prieto (padre). La historia se repetiría a lo largo de la dictadura de Alfredo Stroessner. ¿Por qué estoy hablando de esto? Ya ni me acuerdo. Buen provecho.