DESDE MI MUNDO
- Por Carlos Mariano Nin
- Columnista
Con el tiempo las personas cambian y las cosas toman otros significados. La vida va en otra dirección y las lecciones nos dejan huellas imborrables. Lo que era ya no es y viceversa.
Entonces aprendemos a ver más allá de lo que ve la vista. Es cuando creemos conocer a quienes nos rodean.
Y cada uno lo ve a su manera. Yo las conozco desde mi mundo. Con su carga de frustraciones y sus inmensas satisfacciones.
Hay personas excepcionales que siempre encuentran una excusa para salir airosas. Y hay otras que tienen tanto trabajo que no tienen tiempo para festejar el triunfo.
Hay personas que solo se alimentan del trabajo de las demás y personas que viven para dar lo mejor de sí.
Hay personas que se felicitan cuando las cosas salen bien y culpan a los demás cuando las cosas salen mal. Hay personas sacrificadas y personas a quienes no les importa sacrificar. Personas que sirven y las que se sirven de las personas.
Personas que lo único que hacen es hablar, mientras las demás solo están ocupadas en sus cosas. Personas que disfrutan de un éxito efímero, superficial como su propia vida, y personas que valoran el trabajo y luchan juntas por salir adelante.
Hay personas que bendicen con la boca mientras apuñalan por la espalda. Y personas que se callan para no bajar al nivel del idiota. Conozco gritos hipócritas y silencios sinceros.
Conozco personas blancas y negras. Con corazones transparentes y espíritus turbados.
Y reconozco que nada dura para siempre. Ni la mentira, ni la verdad, con la sola diferencia que la mentira se puede disfrazar, pero seguirá siendo mentira, mientras que la verdad es transparente y será verdad a la vista siempre…
“Hay almas condenadas a la oscuridad que creen que con decir palabras bonitas van a ganar el cielo. Al final cada uno deberá enfrentar el juicio de tus propias acciones”. Pero claro... esa es otra historia.
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Algunas reflexiones sobre el salario mínimo
Se está estudiando un nuevo aumento del salario mínimo obligatorio. De acuerdo a nuestra legislación en la materia, el salario de los trabajadores debe aumentar de acuerdo al Índice de Precios del Consumidor (IPC) o la inflación acumulada, para el caso en concreto, entre mayo del año pasado y el de este año, lo que daría –tomando en cuenta la inflación acumulada– una suma que no superará los 120 mil guaraníes.
Esto es lo que hoy se tiene y es la manera de perpetuar un modelo que no le conviene al trabajador.
El salario mínimo oficial como sabemos es el valor que se abona por el trabajo que una persona realiza y en nuestro país el sueldo básico apenas alcanza a no más de 3 de cada 10 trabajadores. Esto significa que el resto de la población trabajadora no tiene ningún aumento en sus haberes cuando se decreta un ajuste del mínimo oficial porque sencillamente se encuentran en la informalidad; esto es, no están sujetos a las leyes de salario mínimo y no cuentan con un seguro social.
La realidad es que cada vez que aumenta el salario mínimo obligatorio se benefician unos pocos, no más del 30 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA). Al respecto y esto debe decirse, la población más joven que a la fecha se encuentra en la informalidad bien podría ingresar al sector formal si se tuviera en cuenta por ejemplo que el valor que se abona por el trabajo sea remunerado de acuerdo a la productividad.
Pero ocurre que los miles de jóvenes, tanto de la ciudad como del campo, que no cuentan con la preparación más adecuada y que cada vez que aumenta el salario oficial finalmente son los más perjudicados, esto es, no solo permanecen en la informalidad donde ya se encuentran, sino también les aleja de conseguir un empleo mejor remunerado.
No resulta pues equilibrado que solo 3 de cada 10 trabajadores vean incrementados sus haberes cada vez que se establece un aumento del salario oficial obligatorio, siendo el resto de los trabajadores mayoritariamente perjudicados. Y esto tiene una causa: el salario oficial es como una barrera artificial cada vez más alta que impide a los informales ser parte del mercado laboral formal.
El salario, y hay que decirlo para no mentir como algunos lo hacen, es la valía que se paga a una persona por un trabajo que realiza. Las personas, especialmente los jóvenes y aquellos que no cuentan aún con la debida preparación para un trabajo determinado, son llevadas hacia la informalidad cuando el valor del salario está por encima de sus productividades.
¿Significa esto que el salario mínimo debe ser derogado? En ningún modo, lo que se sostiene es que el salario obligatorio debe ser referencial, no debe ser superior a la productividad de una persona pues le significa desempleo e informalidad, situación que precisamente es lo que ocurre en nuestro país compuesto por miles de jóvenes que desean trabajar y así pagar sus estudios y ayudar a sus familias.
Esta es la explicación y no otra por la cual nuestros jóvenes no acceden a un empleo formal, a ser sujetos de crédito y hasta no seguir estudiando luego de terminar su formación en las escuelas y colegios, lo que implica igualmente que no puedan proseguir sus estudios superiores.
El salario mínimo sin correspondencia con la preparación de una persona también le perjudica al trabajador cuya productividad es superior al salario mínimo oficial; esto es, en lugar de ganar más que el mínimo legal obligatorio, esa persona que debería ganar por encima del mínimo legal pues solo termina percibiendo el mínimo, siendo esta situación una injusticia que no se corresponde con el sentido de justicia, esfuerzo y preparación que una persona realiza a lo largo de su vida laboral.
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Enredarnos con lo mejor: esa es la cuestión
Ricardo Rivas, periodista Twitter: @RtrivasRivas - Ilustraciones: Facundo Vera, @facundoverailustraciones
Las reflexiones sobre los tiempos que corren cuando las redes sociales están en el centro del huracán de las críticas para bien o para mal. El sentido de la vida y la memoria que trae y lleva mezclando años y tiempos, canciones y recuerdos son esta vez el tema que nos convoca. Buscar el “lado bueno de las cosas” es también una manera de encontrar más motivos para seguir.
Desde hace varios días no me siento para escribir. Rara cosa el idioma. Mucho más al tiempo de producir sentido. Porque, si profundizo en el sentido primero (y último) de esta, mi expresión, no me siento para escribir porque no siento para escribir. O, porque siento demasiado, no me siento para escribir. Son etapas. Procesos inevitables que, con frecuencia, se presentan cuando llegan, se desarrollan y pasan los últimos siete días de cada año. Sentar y sentir.
Ahora que repaso los tiempos más recientes descubro que fueron muchas más las horas –hasta ahora mismo– en que me siento para escuchar y que, ante unas pocas voces, siento lo que siento y, por qué no decirlo, consiento. Siento con. También me pasa con la lectura. También siento cuando me siento para leer (y escribir). O cuando camino y leo en la pantalla del móvil. No importa el soporte. Leo. Diarios, libros, revistas, textos académicos, novelas y lo que circula en las redes en las que casi todo se hace público. Como lo es saludar para las llamadas fiestas –como un genérico más– que, hasta unas tres décadas atrás, se hacía a través del correo postal.
REALIDAD Y VIRTUALIDAD
El correo electrónico, del que disponemos desde 1971, bastante tuvo que ver para modificar aquella práctica social. Hoy, el mail pierde terreno frente a los mensajeros. Los cambios no detienen su andar. Como “el viajero” del tango de Gardel. ¿Cambiamos con ellos? La voz de la calle propone nuevos verbos: mensajear, wasapear, telegramear, tiktokear, tuitear. Hasta chatear –término, si se quiere, reciente– es una palabra que parece ir camino al desuso. El lenguaje es tan dinámico como la vida misma. ¿Podría ser de otra forma? El maestro Umberto Eco, palabra más palabra menos, solía decir que el uso del lenguaje es también una forma de proyectar la forma de pensar. Realidad y virtualidad, por intercesión de la tecnología, convergen. Una realidad mixta se construye en vastos sectores sociales. Todo está lejos. Pero también todo está cerca. Las redes atrapan. Y quienes en ellas interactúan informan y desinforman. Juegan con la vida y la muerte porque “es divertido”. La cultura de la diversión parece no tener límites. ¿Por qué todo me tiene que divertir? El domingo pasado –1 de enero del 2023– internet cumplió 40 años. No es poca cosa. Incluso, pongo en duda mi condición de adoptivo digital porque más de la mitad de mi vida estoy y trabajo en, de, desde y con la red de redes. El amigo y colega periodista y docente Ariel Torres –en el diario La Nación de Buenos Aires– a modo de celebración recordó aquel hito y reseñó después. En ese contexto, precisó que la plataforma Facebook “salió a la cancha global en 2006, lo mismo que Twitter”. ¡Cuántas cosas cambiaron desde entonces y cuántas, también, cayeron por desuso, en el olvido o simplemente quedaron en el camino! Las prácticas sociales de muchas y muchos de nosotros cambiaron.
A la ruptura de algunas ideas tales como distancia y tiempo, por solo mencionar un par de ellas, se añade como crisis, el concepto de proximidad. De hecho, distancia, tiempo, proximidad y projimidad –desde la perspectiva de las vínculos reticulares– dan paso a una, tal vez, nueva vincularidad en la que lo relacional parecería converger en una plataforma que hace que dónde, cuándo y con quién resignifiquen en aquí y ahora mismo con todas y todos. ¿Cuáles son los límites de la patria digital? ¿Dónde están, dónde habitan, esas otras y otros que se constituyen como mis otredades, aunque nunca los vi personalmente? ¿Qué se comparte (y comparto) con ellas y ellos? No son pocas las gentes a las que rodeo y las que me rodean que se sientan para escribir lo que sientan. En algunas ocasiones lo hacen en las redes. Escriben de alegrías, de tristezas, de perplejidades, de broncas, de asuntos creíbles, de otros increíbles y, a su tiempo, de aquellos sucesos en los que no se puede creer o en los que debería creer porque sucedieron.
Noam Chomsky sostiene que “la gente ya no cree en los hechos”. Certera observación de un sabio. Son muchas las cosas que no se quieren creer, por cierto. La guerra, por apuntar a un lugar común, no puede (ni debería) ser verdad. Sin embargo, lo es. Hasta el amor, muchas veces, es increíble. ¿Cuántas son las personas que viven, han vivido o vivirán amores que –por la forma en que lo viven y a la vista de la otredad– no pueden ser verdad? Algunos viejos amigos viejos y algunas viejas amigas viejas me enseñaron ayer, cuando era joven, que también hay buenos y malos amores; amores verdaderos; amores que no lo son y a los que, pese a ello, no me atrevo a llamarlos mentirosos. Prefiero decirles desamores o amores en situación de tránsito. Esas peculiaridades, justamente, son las que inducen a la incredulidad. ¡Qué bueno comprenderlo!
Aunque sea ahora cuando tanto extraño a aquellos viejos amigos viejos y aquellas viejas amigas viejas que tanto me enseñaron y de quienes tanto injustamente descreí cuando ya hay quienes a mí me llaman de esa forma y, aunque con evidente pudor, también de mí descreen. Descreer, desde alguna perspectiva, es el primero de los pasos para abrir de par en par los portones donde se encierra la credulidad que es un don y una aptitud de todos y todas.
REFLEXIONES EN LA NOCHE
Es posible creer en cualquier cosa en la que queramos creer. Por allí se encaminan mis reflexiones en esta noche de viernes en el Día de los Reyes Magos. La medianoche se acerca indetenible. Sonrío al imaginar a aquellos sabios sobre sus camellos que poco, muy poco, miran a esa estrella para que los guíe porque entre sus manos tienen un celular de alta gama con un GPS infalible que, seguramente, geolocalizó el pesebre que buscan para encontrar a “ese rey que ha nacido”. Saben con claridad a quién corresponde cada uno de los regalos que cargan a cuestas porque, con el móvil, consultan en un QR y leen el código de barras que tiene cada paquete. Apuesto que las cartitas de niños y niñas para que sepan de sus deseos las recibieron por Whatsapp. Mañana, seguramente, las fotos de las y los pequeños agasajados habrán de saturar Facebook, Twitter, Tiktok para mostrar los regalos recibidos. ¡Todo parece estar en las redes! Y todo nos enreda. Enredarnos, es tendencia.
Por estos días murió un papa emérito, Benedicto XVI. Es la primera vez en la historia que sucede. Jamás antes hubo un papa emérito. Nunca supe si también era obispo emérito de Roma. ¡Y es importante saberlo! Un tan bueno como creativo amigo publicitario, al consultarme sobre esa eventual condición jerárquica del fallecido, respetuosamente justificó su consulta asegurándome que “hay algunas cosas que las hago cada muerte de obispo”. A través de las redes (Facebook y Twitter), monseñor Georg Gänswein, secretario personal del extinto, reveló que “ti amo Gesù” fueron las últimas palabras conscientes del finado Pontífice a quien, hasta el momento de serlo, el 19 de abril del 2005, secularmente se lo conocía como Joseph Aloisius Ratzinger. A don Georg se lo contó un enfermero al que no identificó que asistía al moribundo en ese preciso momento. Se lo dijo “en italiano” el enfermero que escuchó lo que dijo el que lo dijo “antes de entrar en agonía”. Imagino que es probable que el moribundo haya dicho “Ich liebe dich Jesus”, su lengua natal en Alemania. Gänswein se ocupó de precisar que el enfermero “no habla esa lengua”. El detalle se conoció en las primeras horas del primero de los días de este año. Es válido dudar y habrá millones que dudarán. Suena demasiado idílico y hasta salvífico para ser cierto. Pero... ¿por qué no? El amor tiene mucho que ver con la fe. Contar y cantar el amor, también.
“No hay nada más bello que lo que nunca he tenido / nada más amado que lo que perdí”, canta Serrat cuando recuerda a Lucía, “la más bella historia de amor / que tuve y tendré”. ¡Cuántas veces habrá dicho lo mismo! ¡Cuántas lo habremos hecho! ¿Por qué no admitirlo cuando se termina un año y escribirlo en las redes? De allí el valor inestimable que muchos y muchas le asignan a los últimos siete días de cada año, cuando es siempre posible que emerja algo para recordar, aunque no siempre sea felizmente. Inevitable. Siempre es posible que llegue ese o esa que no pueden ni podrán llegar. Dolor y sinsabor.
“Con este tiempo de hoy, que vuela inútilmente entre la espera de las fiestas y el apuro porque terminen, una se olvida de que hace mucho tiempo los relojes caminaban lentamente como el sol madurador de los primeros duraznos. Una se encuentra de repente, al pasar frente al espejo, con la sombra de la niña que fue, la que soñaba con un milagro. He olvidado cuántos años han pasado desde aquel 17 de diciembre cuando la muerte, la vida, que son la misma cosa, nos arrebató para siempre la ternura de las manos de nuestra joven madre. Desde entonces y a pesar de los años y las lluvias y soles, mi voz y mi sangre la siguen esperando como aquel diciembre, oyendo caer la lluvia en un estruendo de lágrimas”, cuenta Marycruz Najle, amiga-hermana y tremenda escritora que comparte en la red esa pesadumbre que la agobia por décadas. Me sacude el alma una y otra vez. La leo y releo. “La vida y la muerte, que son la misma cosa”. Clara afirmación. Certera. Muchas madrugadas, con frecuencia, mientras caminaba por la desierta calle Corrientes de Buenos Aires, envuelto por la niebla de un demorado amanecer otoñal, cerca del Obelisco, coincidí con Marycruz sin saberlo.
La muerte es cosa de vivos, me decía mientras silbaba “Responso”, aquel tangazo instrumental de Pichuco (Aníbal Troilo) que, como nadie, interpretaba cerrando sus ojos mientras apenas abría su mágico bandoneón que sonaba como un llanto armónico cuyas lágrimas se derramaban entre quienes frecuentábamos El Viejo Almacén, en San Telmo, o en el Caño 14, dos templos tangueros en un tiempo que ya fue. Curioso, por cierto. Tiempo atrás estas expresiones (¿confesiones, relatos, pensamientos, relaciones?) como las de Marycruz eran solo propias de las mesas “que nunca preguntan” en algún cafetín, en el bar La Paz o en La Giralda, dos hitos de la porteñidad donde sobrellevar soledades.
Ahora muchas de aquellas confesiones personales se vuelcan en las redes. ¿Por qué no? “Cambia, todo cambia”, escribió algún día en Okar, Suecia, el cantautor chileno Julio Numhauser. “Cambia lo superficial / Cambia también lo profundo / Cambia el modo de pensar / Cambia todo en este mundo / Cambia el clima con los años / Cambia el pastor su rebaño / Y así como todo cambia / Que yo cambie no es extraño”. ¿Cuántas veces lo canté (cantamos) desafinando con Mercedes (Sosa)?
REDES EN EL MAR, REDES EN EL AIRE
Redes es una palabra clave. Ayer, hoy y, me animo a decir, mañana. Produce sentidos. Sí, en plural. En el relato católico, Pedro tiró las redes en el Mar de Galilea sin éxito con los peces para ser luego pescador de hombres”, por mandato divino. Así se lo ordenó Jesús. Tal vez, en aquel relato, red –como eufemismo y desde la perspectiva actual, lo que es poco recomendable para el análisis– haya sido una clara interpelación de cómo cerca del año 32 de nuestra era comenzó a construirse una red social. Tal vez, ¿no? Busco respuestas en lo que supongo como un cambio epocal. Aunque así lo comprendo, no me alcanza con saber y creer que “cambia, todo cambia”, como me enseñó Numhauser. ¿Cambia todo? ¿O, acaso, es lo de siempre con otro formato? La madrugada avanza. El silencio la acompaña. El celu –con una leve vibración– me alerta que un nuevo mensaje llegó a Facebook. Abro y leo. Llegó con algunos días de demora. De todas formas, leo con atención. “Oh Señor de las redes. / Ante tu altar han dejado nuevamente sus confesiones los seres humanos en este mundo nuevo que has creado en el que imploramos aprobación, aplausos y likes, en el sagrado nombre de Instagram, Facebook y Twitter. / Que tu prodigiosa empresa de intermediación de afectos siga creciendo mientras no nos demandes likes para una charla de bar, el encuentro con amigos, la confesión de un amor, la pena solitaria, el asado de los domingos, la puteada liberadora, la apelación de un perdón y el reverendo y sagrado grito de un gol. / Feliz año!”.
Gracias, querido amigo-hermano y colega Augusto dos Santos. Comparto tu deseo y lo hago mío con intenso deseo de que se cumpla. Te abrazo en la distancia con las mismas intenciones para vos, tu familia y –ya que estamos en red– para ustedes, apreciados lectores y lectoras. ¡Que el 2023 nos enrede con lo mejor!
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Itaipú: Iglesia paraguaya pide un buen negociador para el Anexo C
Los obispos de la Conferencia Episcopal Paraguaya de la Iglesia Católica, tras su 229ª Asamblea, publicó un documento acerca de la revisión del Anexo C sobre las Bases Financieras y de Prestación de Servicios de Electricidad de la Itaipú Binacional. El episcopado expresa sus reflexiones como una contribución al diálogo y la concertación social en pos de una sociedad a medida del hombre, de su dignidad y de su vocación.
De acuerdo con la CEP, siguiendo el método del ver, juzgar y actuar, la carta pastoral plantea cuatro capítulos sobre el análisis del contexto de la revisión con la República Federativa del Brasil. El capítulo 1 es “una mirada a la situación”, el capítulo 2 es “una valoración de la situación en la perspectiva del bien común”.
Continuando la estructura del análisis, como capítulo 3 se propone “un camino para un país mejor, con metas consensuadas y procedimientos que generen confianza” y como capítulo 4 se invita a sanar y fortalecer la casa común de todos los paraguayos con valores cristianos y actitudes sociales que generan comunidad.
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Compromiso de los obispos
En el prólogo, los obispos sostienen que el proceso de revisión, renegociación y actualización del tratado, por sus implicancias jurídicas, económicas, sociales y ambientales, necesita ser legitimado con el involucramiento y la participación de todos los actores de la sociedad nacional.
Los pastores concluyen la carta-documento con este compromiso: “Nos sentimos llamados a participar y acompañar todo lo que contribuye al bien de nuestro país, trabajando para fortalecer el camino del diálogo, del encuentro y del servicio a todos, en especial a los más necesitados”.
Aquí podrás encontrar el material y descargarlo: Mensaje de los Obispos del Paraguay. Itaipú, una oportunidad de diálogo y concertación social para el bien común.
Frutos esperados por el episcopado
Entre los delineamientos sostienen que se debe definir metas de la alianza estratégica con el Brasil, en relación con el Tratado de Itaipú, aspirando a que ambos países hermanos sigan fortaleciendo sus relaciones, para que se dé un espacio de desarrollo y colaboración, se establezcan las normas y objetivos administrativos requeridos para el beneficio mutuo del usufructo del cauce hídrico y de la energía producida.
Asimismo, definir políticas de inversión de la energía y de las ganancias adquiridas de esta industria nacional forma parte de lo esperado por la Iglesia. Sostienen en el documento, que estas políticas deben verse reflejadas en el Presupuesto General de la Nación, favoreciendo el uso de los recursos generados por la Binacional en favor de las prioridades que se enuncian en el documento.
También indican que se debe establecer pautas y criterios de definición, gestión y evaluación de la administración en forma regular, con tolerancia cero al uso indebido de fondos y recursos. “La transparencia en los procedimientos administrativos debe ser un estilo nuevo, al servicio de la credibilidad y confiabilidad en nuestras instituciones. Acompañar la contraloría de las licitaciones e inversiones, junto con la seriedad de los procesos de Justicia”, aseguran.
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El Pbro. Pedro Alfonso Caballero presentará su libro, “Con el corazón en lo alto”
El próximo martes 15 de diciembre, el presbítero Pedro Alfonso Caballero realizará el lanzamiento oficial de su libro titulado “Con el corazón en lo alto”. El evento tendrá lugar en el teatro de la parroquia Domingo Savio, ubicado sobre la Ruta Mcal. Estigarribia, en el Km 9,5 de Fernando de la Mora.
El material es un compilado de reflexiones, fruto de la vida pastoral de un sacerdote para con su pueblo que reúne vivencias religiosas, espirituales y de acompañamiento a distintas personas.
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En el libro se podrá encontrar reflexiones en torno a la espiritualidad, el matrimonio, la catequesis y uno de los temas principales, las experiencias del autor en su mismo proceso de acompañamiento durante su etapa formativa. A continuación te dejamos un ejemplo de lo que contiene el libro.
MADRES, SEMILLEROS DE VIDA
Conozco a tantas madres de fortaleza envidiable, que sonrojan al más valiente de los hombres. Madres que son semilleros de vida a pesar de tantas situaciones de dolor y muerte en sus vidas. Madres resucitadas, devueltas del polvo por una fuerza interna que les viene de lo Alto.
Sé de madres con tristezas y decepciones calladas, sufridas, que no se dan el lujo de desistir en su lucha. Tantas historias en ellas, tanta vida que contagian y demuestran al mundo de qué realmente están hechas.
Ellas son de un barro distinto, especial, eterno. No hay sacrificio que no sepan aguantar, no hay desafío que por sus hijos no enfrenten. Las valoro, y las admiro. Dios mismo las admira al ver una creación tan plena realizada en ellas.
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Tú, madre, no desistas. Tú, futura madre, no claudiques en tu misión futura. Tú, madre, enseña al mundo cómo se cuida una vida, la vida misma... todas las vidas. Te abrazo, madre sufriente, guerrera, valiente, semilla de vida y espiritualidad.