Siete días no bastan para conocer al segundo país más extenso del continente asiático y además el más poblado del mundo (1.446.500.000 habitantes), pero son más que suficiente para entender que quizás sin proponerse India se ha convertido en una buena opción para el rumbo geopolítico del Paraguay.

A la intención de generar un eje con Washington, Jerusalén y Taipéi, como varias veces ya lo ha dicho el presidente Santiago Peña, como una manera de definir la estrategia de las relaciones internacionales de nuestro país, debería sumarse una mirada a India, quien tiene la intención de ser la primera potencia mundial para el año 2048 y las muestras de su acelerada industrialización es una prueba que avanzan hacia ese objetivo.

En su camino está la China continental, popular o comunista, como mejor les parezca, total todas esas acepciones son apropiadas. India está empeñada en hacerle sombra a su rival asiático, y aunque los números aún favorecen a los chinos, el empeño que está poniendo India y la desaceleración de la economía de su rival desde el 2022 es una muestra que no solo en la cantidad de población, como ya ocurre ahora, China será superada más temprano que tarde por esta nación de mayoría hindú.

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Pero no solo por lo económico India sería un punto de contacto importante en Asia. Este país, antigua colonia británica, es considerada la mayor democracia del planeta con cerca de 900 millones de electores con una tradición de líderes que buscan la paz y el bienestar de su pueblo, algo que difícilmente lo hallaremos en China, salvo que nos rebusquemos en los gulags (cárceles para presos políticos) o en algún cementerio.

Seguir vinculados a Taiwán ya sea política, cultural o económicamente es beneficioso para el Paraguay y no solo por honrar una sincera amistad de más de 60 años, pero para poder silenciar a los enemigos de este vínculo, que utilizan al “gran mercado” chino como excusa, la irrupción de un país como India, con mayor población aunque con menor poder adquisitivo (por ahora), puede poner fin a esa insistencia de romper con Taiwán para volcarse a China por razones económicas y para aprovechar “su gran mercado”.

Participar durante siete días de un recorrido por algunas instituciones indias, junto a profesionales de la comunicación de toda América Latina y el Caribe, ha sido también una oportunidad para escuchar sus pareceres acerca del hecho de haber traicionado sus respectivos países a Taiwán para saltar a los brazos de China, algo que los países centroamericanos y caribeños han hecho en los últimos años.

No han sido muy buenas las impresiones sobre esta situación y aunque en algunos países, cuyo vínculo es reciente como en Honduras, las opiniones parecen ser favorables, porque China les comienza a dar espacio a sus productos, pero en otros como en Costa Rica, donde el vínculo ya lleva cerca de una década, las opiniones no son para nada favorables y ya Estados Unidos ha advertido a ese país que detenga o intente detener la expansión y la influencia china que comienza a crear más problemas que soluciones.

Cuando los mismos voceros locales de siempre repitan el mensaje de abrazar a China por ser un mercado gigantesco, la respuesta debería ser India, un país democrático, con luces y sombras como todos, pero con una apuesta al futuro mucho más transparente que la dictadura comunista que casualmente cumplirá 100 años también en 2048.

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