La semana pasada escribía un Contexto Político en este mismo diario. Mencionaba la gravedad falsa de la que Francis Fukuyama apelaba para decirnos que el mundo se había acabado luego de algunos acontecimientos históricos que parecían definitivos para la época. El fin de la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo.

No es una novedad que gremios empresariales expresen su “preocupación”, hace años lo vienen haciendo. Probablemente si uno busca de aquí a diez o quince años atrás el concepto más usado que se encontrará en los comunicados será el de preocupación. Si uno revisa lo que nos dice la Real Academia de la Lengua Española sobre el concepto va a encontrar lo siguiente. Ocupar antes o anticipadamente algo. Dicho de algo que ha ocurrido o va a ocurrir. Producir intranquilidad, temor, angustia o inquietud. Interesar a alguien de modo que le sea difícil admitir o pensar en otras cosas. Estar encaprichado en favor o en contra de una persona, de una opinión o de otra cosa. Obsesionar, atormentar, ofuscar, desvelar, impacientar.

Ninguna de las acepciones parece muy útil que digamos. Ni a los efectos de la construcción del debate y mucho menos con miras a apuntar a la colaboración del fortalecimiento de las instituciones. Transversalmente se plantea en todos los comunicados que los últimos acontecimientos políticos generados pueden afectar a la economía y al tan ansiado grado de inversión. Esto desnuda un profundo desconocimiento de estrategia política y comunicacional ya que para que un eje discursivo permee efectivamente en la sociedad en general (más allá de hablarle a sus propios parroquianos, quienes en teoría ya están convencidos) debe cumplir con la condición de la verosimilitud, de lo contrario cae por su propio peso.

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Solo por citar un detalle que a la mayoría se les escapó y que les termina disparando en los pies: la excongresista no era alguien cuyos principales puntos de gestión legislativa sean la defensa a la propiedad privada, ni a los empresarios, ni muchos menos respondía a la cúpula católica. Más bien se dejaba guiar por la tapa de los diarios del día o la cabecera de la página tres. Tal vez por ahí se entienda la reacción, sin dejar de mencionar la desdichada coincidencia de que algunos voceros se han quedado sin alguna porción de la torta de la que disfrutaron en el gobierno anterior. Pero eso sería ser muy mal pensado, lo cual no estamos acostumbrados por acá.

La política, esa mala palabra que empiece con p y termina con a, debe buscar tranquilizar y ocuparse de leer bien la coyuntura actual y actuar en consecuencia. Eso es mucho más útil que agotar la discusión en preocuparse.

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