EL PODER DE LA CONCIENCIA
- Por Alex Noguera
- Periodista
- alex.noguera@nacionmedia.com
Hoy, como cada segundo sábado de febrero, se recuerda el Día Mundial del Cine, fecha instituida por la academia. Y es que, en el lejano 1895, cuando se proyectó en París “Salida de los obreros de la fábrica Lumière en Lyon Monplaisir”, nacía la primera película del mundo.
El primer paso para levantar imperios o crear imposibles es soñar, aunque en esa etapa parece una utopía. Un ejemplo de esta afirmación fue lo ocurrido otro 10 de febrero, pero de 1996, hace ya 28 años, cuando la supercomputadora de IBM vencía en ajedrez al entonces campeón mundial Garri Kaspárov. ¡Insólito! Una máquina podía “pensar” mejor y más rápidamente que un ser humano. Claro, la población del planeta no imaginaba que ya en la década de 1950 Alan Turing había dado pasos decisivos hacia la inteligencia artificial, hoy una realidad que divide opiniones en cuanto a su peligrosidad.
Volviendo al cine, y en retrospectiva, debemos reconocer los grandes aportes que esta industria aportó a la ciencia, pero para comenzar hay que aclarar que, aunque los hermanos Lumière crearon el cinematógrafo, fue otro cineasta francés, Georges Méliès, quien logró dar la ilusión de movimiento en las películas, cuando en 1902 “estrellaba” un cohete en la Luna. ¡El público quedó lleno de estupor y a la vez maravillado!
En 1916, las cintas adquirieron color y en 1927 sonido. A partir de entonces no hubo límites para la imaginación de los guionistas, que cada idea convirtieron en realidad. Así, un desconocido Walt Disney erigió una empresa multimillonaria gracias a la animación con dibujos en papel, luego surgirían la televisión, los efectos especiales y la animación computarizada.
Es universalmente conocido que películas de ciencia ficción dieron pie a grandes invenciones. Una de estas icónicas producciones, “Viaje a las estrellas”, contribuyó, por ejemplo, con aparatos que en esa época no existían.
Por falta de presupuesto dos ayudantes escondidos abrían y cerraban las puertas de la nave, dando la sensación de que eran automáticas, concepto implantado luego en los ascensores; los tripulantes se comunicaban con lo que más tarde serían los celulares idénticos al StarTac de Motorola; también dieron noción del scanner médico con el Tricorder utilizado por el doctor McCoy, y las tablets y las PC y las enormes pantallas de plasma y el GPS y el USB. En este momento, en el mundo real ya se realizan pruebas de teletransportación a través de la computación cuántica.
Transcurrieron menos de 130 años desde la primera proyección de Auguste Marie Louis Nicolas Lumière y Louis Jean Lumière, pero de aquel mundo ya no queda nada, los avances fueron casi de fantasía.
Para terminar, también recordamos que mañana, 11 de febrero, pero de 1990, hace 34 años, Nelson Mandela era puesto en libertad después de estar preso durante 27 años. Cualquiera hubiera claudicado, pero el dirigente no solo sobrevivió, sino que cuatro años más tarde se convirtió en el primer presidente de color de Sudáfrica. Recibió el premio Nobel de la Paz y hoy es considerado un símbolo en la lucha contra la segregación racial.
La magia del cine o la voluntad de un hombre como Mandela demuestran que es posible hacer realidad los sueños, aunque parezcan imposibles. Tal vez este año todos los estudiantes puedan recibir su almuerzo y merienda sin que la avaricia lo impida; quizá pronto los pacientes en Paraguay sean atendidos como merecen o finalmente el país logre el grado de inversión o, al menos, mañana nuestra selección clasifique a los Juegos Olímpicos y no solo “gane experiencia”, como la mayoría de las veces.
Animémonos a soñar cosas lindas, que los imposibles solo tardan un poco más, pero llegan.