La Palabra de Dios es viva y eficaz. Busquemos encontrar en este texto luz para nuestras vidas y fuerzas para transformar en obras prácticas lo que aprendamos.
La casa de Simón, que era en Cafarnaúm, se transformó en la segunda casa de Jesús durante su vida pública. Pero esta debe ser la primera vez que él la visita. Por lo que entendemos, la suegra de Pedro habitaba allí con él. Aquí ya encontramos un primer punto que puede ayudarnos a meditar. El cuidado que tenemos con los mayores. Infelizmente, la sensibilidad que se tiene para con los ancianos ha bajado mucho. En una sociedad en que cuenta más aquel que produce o que piensa encontrar sabiduría solo en los computadores, o que prefiere las cosas desechables o en fin que cree que la vida la debemos pasar tranquilamente sin preocupaciones, los ancianos son un estorbo, del cual todos quieren liberarse.
Pero nos preguntamos: ¿cuál será el plan de Dios para los mayores? Yo siempre creí que tener una persona mayor en la casa es verdadera bendición. Seguramente es difícil cuidarle por todo lo propio de la edad, pero también el cansancio será fuente de paz. Pues la paz nos es fruto solo de una linda lectura, de un ejercicio de meditación o de no tener preocupaciones. La paz auténtica y estable es fruto del deber cumplido, es fruto de un actuar que va en consonancia a aquellas aspiraciones más íntimas que Dios sembró en nuestros corazones, aunque acompañada del cansancio. (Por esto nuestro objetivo con Gotas de Paz no quiere ser solamente entregarles palabras bonitas y consoladoras, sino que quiere también indicar caminos para que podamos construir esta paz auténtica y estable que todos deseamos.) Volviendo al texto, encontramos a Pedro, quien tenía en su casa a su suegra, con todo lo que esto significaba. Y ella estaba enferma.
Es lindo percibir la preocupación que tienen para con ella. “Enseguida” o sea, rápidamente, pronto... “le hablaron de ella.” Seguramente fue la primera cosa que le dijeron a Jesús. No la hicieron esperar. Su sanación era la prioridad de aquel momento. Pero nosotros podemos encontrar otro detalle que tal vez sea iluminador para nuestras vidas. “Hablaron a Jesús de ella.” Podremos ver en estas palabras, “hablar a Jesús”, lo que llamamos oración. La oración es diálogo con Dios, no es solo repetir fórmulas. Y en este caso como fue “hablar de ella”, esta es una oración intercesora.
Infelizmente, nosotros desconocemos este gran poder que tenemos para ayudar a los demás: la oración intercesora. Hablar a Jesús no solo de nosotros, de nuestras necesidades, de nuestros deseos, sino también hablarle de las necesidades y deseos de aquellas personas que son nuestros prójimos. ¿Cuándo fue la última vez que hablaste a Jesús de tus padres, de tu esposo/a, de tus hermanos, de tus hijos, de tus amigos, de los enfermos, de los sufrientes o hasta de aquellos que te hicieron sufrir, pidiéndole que les cuide, les proteja y les bendiga? Seguramente esto también será para nosotros una inagotable fuente de paz.
Siguiendo el texto, encontramos: “Jesús se acercó y la levantó, tomándola de la mano.” Aquí nos deparamos con la solidaridad de Dios, que va al encuentro del que sufre, que escucha la súplica intercesora y que no tiene miedo del contacto, del contagio. Dios siempre quiere acercarse de los que sufren, pues él mismo conoce lo que se llama sufrimiento. Por otro lado, no nos olvidemos de que, también, podemos interpretar esta fiebre que la tiene en cama, en otro sentido, como por ejemplo una enfermedad espiritual, una gran rabia, una no aceptación de alguna cosa; celos u otras cosas que la impedían de estar de pie, de participar normalmente de la vida familiar. De cualquier modo, sea cual fuera la enfermedad, Jesús la levantó, tomándola de la mano, “y se le quitó la fiebre”. Dios está dispuesto a levantarnos de nuestra cama, donde estamos a causa del miedo o del egoísmo; de la envidia, del odio o de los traumas... para que podamos participar sanamente de la convivencia con los demás.
Por fin, el texto nos dice: “Y luego, se puso a atenderles”. Aquí encontramos la finalidad de la intervención de Dios en nuestra historia. Dios nos sirve para que también nosotros nos volvamos servidores. Jesús en sus milagros piensa en el bien personal que hace, pero también quiere que esto sea un beneficio para toda la comunidad. El plan de Dios pasa por nuestras personas, pero está dirigido a la comunidad. Desear una sanación pensando solamente en sí mismo, esto es, con una motivación egoísta, es un error. Jesús no la sana para que ella continúe en la cama y sí para que se transforme en una servidora.
Bien, deseo a todos un óptimo fin de semana, que puedan celebrar la fe y que la Palabra de Dios “sea luz para nuestros pasos”.
El Señor te bendiga y te guarde.
El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.
El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la PAZ.