Para la Argentina en este 2024 hay seguridad en las muchas incógnitas, cubiertas con un manto de sombras grises y negras; unanimidad en cuanto a lo doloroso de los múltiples escenarios que se dibujan y que se podrían dar; dudas vinculadas con el comportamiento y la capacidad de resistencia de los argentinos en una crisis mayúscula y enfermiza, ante medicinas y tratamientos amargos y duros para intentar sanar; sin que lo mejor esté al alcance de la mano en un tiempo que no se puede achicar; en que el sufrimiento y el sacrificio son y serán una realidad constante.

“Duele decirlo, pero hay que decirlo”

Y, el presidente Milei con su gobierno en acción, al mando con poder real en perma­nente discusión, convencido y esperanzado que la política de shock administrada con sinceramiento cambiario –devaluación superior al 50 % a partir del 12 de diciem­bre y otra semejante por venir en próximos meses– y fuertes correcciones, traerá muy gradualmente los resultados económicos esperados, sin que muera el paciente. Por donde se lo mire el 2024 es delicado, diríamos para resumirlo, de vida o muerte. Lo más feo se daría en el primer semes­tre. Si sobreviven, vendrían situaciones menos críticas, pero aún inestables. Y 2025 sería una puerta de salida más ancha del infierno a la normalidad relativa al estilo argentino. La norma­lidad parece poco, pero es el paraíso para la Argentina. País vecino al que van el 36 % de nuestras exportacio­nes, del cual viene el 6 % de nuestras remesas o dinero enviado por nuestros com­patriotas viviendo y traba­jando en ese históricamente hablando “el otro Paraguay” o “el Paraguay del sur” (USD 36 millones), es copropie­tario de Yacyretá, y tiene un peso económico del 23 % en el Mercosur. Lastimosamente, ahora, hacia su quinto retroceso económico en siete años (2018-2024), achicándose 5 % en términos del producto interno bruto (PIB) o tamaño de la economía. En comparación, nosotros avanzamos 15 %.

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La economía argentina habría finalizado el 2023 con una caída del -1,5 % al -2,5 % según varias fuentes. Cuarta caída en seis años.

Para este 2024, una mayo­ría estima otro bajón econó­mico: -1 %, -1,3 %, -2 %, -2,5 % -2,6 %, -3,3 % (con una curiosa excepción, la del Banco Mundial (BM), que espera un crecimiento del 2,7 %). Un abanico de escenarios. Si todo “marcha bien”, la eco­nomía argentina volvería a crecer en 2025: 1,8 %, 1,9 %, 2,3 %, 2,5 %, 3 %. En términos de inflación, al cierre de 2023 se registró un alza de 211,4 % (25,5 % solo en diciembre), el mayor aumento de precios desde 1990 (final de la hiperin­flación: 1.344 %), después del 94,8 % registrado en 2022. ¿Qué se espera para este año? Las estimaciones también son varias: 180 %, 200 %, 280 %, y algu­nos cálculos apocalípticos del 400 % al 500 %, Para 2025 se daría una desace­leración de la inflación que podría cerrar en alrededor de 60 %. El ponerle freno a la inflación va de la mano con el comportamiento del pre­cio oficial del dólar (mayo­rista o comercial), el que “puede” ser controlado por el Banco Central y también sujeto a su uso por disposi­ciones del Gobierno. El mar­tes 12 de diciembre de 2023 Milei anunció la suba en la cotización oficial de 400,5 pesos a 800/820 pesos, lo que significa un aumento o una corrección nominal de 100 %/105 % y una devalua­ción de 50 %, consecuente­mente. Actualmente el pre­cio del dólar oficial se sitúa en 840,75 pesos. Cabe recor­dar que a finales de 2022 el dólar oficial era de 177,10 pesos, cerrando el 2023 en 809 pesos. ¿Y el precio para este año? Las mejores esti­maciones hablan de un pre­cio del dólar oficial a 1.700 pesos, aproximadamente, (corrección cambiaria de 102 %) u otra devaluación de 50 %. Cuando se dio la corrección el dólar blue o paralelo informal estaba en 1.070 pesos (brecha de 168 %), cotizándose actual­mente en 1.235 pesos (bre­cha de 47 %).

Si la inestabilidad y las caí­das son una constante en Argentina, es diferente la situación en Brasil, el otro gran socio en el Mercosur, con un peso de 74 %. La eco­nomía brasileña viene cre­ciendo continuamente des­pués del covid de 2020. Para el año pasado se estima un crecimiento de 2,9 % al 3,1 %, casi en línea con lo regis­trado en 2022. Pero el 2023 es el año de la desaceleración, con un avance estimado de 1,8 % como mejor posibili­dad, frente a otras estimaciones de 1,5 % al 1,6 %. “La actividad económica de Bra­sil se estanca y agrega más desafíos a la gestión de Lula”, señalan expertos, agregando “la mayor economía de Amé­rica Latina sucumbe a vien­tos en contra, incluidas las altas tasas de interés, mien­tras se desvanece el impulso de la solidez del consumo y la producción agrícola. Las condiciones meteorológi­cas adversas causadas por el fenómeno El Niño ame­nazan las cosechas en todo el país, y las ventas minoris­tas apenas crecen.

Los ana­listas prevén que la econo­mía se expanda alrededor de un 1,59 % este año, frente al crecimiento de casi 3 % en 2023″. Con la desace­leración, la inflación esti­mada para este año es de 3,6 %, habiendo finalizado el 2023 en 4,6 %, ambos resul­tados favorables de cara al 10,1 % de 2021. El precio del dólar se mantendrá estable, con muy escasa variación. Un 25 % de nuestro comer­cio de exportación tiene que ver con nuestras tran­sacciones con Brasil. Pero aquí no incorporamos el lla­mado negocio de reexporta­ción o comercio fronterizo, que el año pasado sumó USD 4.377 millones (+41 %), equi­valente al 25 de nuestras exportaciones totales de bienes. Monto récord en las estadísticas oficiales. Si al Brasil le va bien, a Paraguay también. Expresión tradi­cional, con verdades indis­cutibles. Si a la Argentina le va mal, Paraguay no se bene­ficia, solo accidentalmente. Y las buenas economías no se construyen por acci­dente. La verdad, si es ver­dad, es verdad. Was gesagt werden muss, muss gesagt werden. Duele decirlo, pero hay que decirlo.

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