Sin dudas la humildad es una de las virtudes cristianas más importantes sin la cual es imposible llegar a la salvación. Todos los que creemos ser salvos, los que queremos acercarnos a Cristo, debemos de velar constantemente por mantener esta virtud fuerte y creciente.

El sermón más famoso e importante de Cristo es el Sermón del Monte y comienza con las bienaventuranzas. Está escrito para corazones imperfectos pero sinceros, dispuestos a ser humillados y a dejarse tratar por Dios matando su “Yo” ególatra y egoísta.

Estas bienaventuranzas son virtudes fundamentales para alcanzar la salvación. Los versos 5:3 al 5:12 nos hablan de la bienaventuranza que tienen los humildes y sus recompensas. Nos hablan de los “pobres en Espíritu”. En Mateo 5:2 nos dice: “Bienaventurados los pobres en espíritu de los cuales es el reino de los cielos”, de los mansos, “porque ellos recibirán la tierra por heredad”, de los misericordiosos, “porque ellos alcanzarán misericordia”, los limpios de corazón, “porque ellos verán a Dios”, los pacificadores, “porque ellos serán llamados hijos de Dios”, los versiculos 11 y 12 hablan de los que son criticados injustamente, difamados y perseguidos bajo calumnia alentándoles el Señor a ser gozosos y alegres en medio de esas circunstancias porque grande sería el galardón para ellos en los cielos.

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Vemos entonces que los pobres en espíritu, mansos, misericordiosos, limpios de corazón, pacificadores, difamados y perseguidos injustamente que callan, no toman venganza y se gozan porque su mirada está en los cielos no en las vanidades de este mundo. Todas estas cosas son imposibles de vivirlas sin humildad.

El ser pobre en espíritu es el primer paso para la salvación. Por “pobre de espíritu” se entiende de una persona que es consciente de su poquedad espiritual, que es conciente de su incapacidad y falta de virtud para llegar a Dios, que no se puede jactar de nada ya que sabe que es pecador. Es una persona que se ve desposeída espiritualmente a no ser que alcance la gracia de Dios. Puede ser una persona con capacidades y dones, puede ser de buena reputación social y hasta admirada y querida, pero sabe que eso no vale ante Dios, pues puede percibir su soberbia y orgullo interno, propio de toda persona y entiende que esas virtudes suelen ser solo externas y esa persona conoce su propio corazón y acude a Dios por gracia, por misericordia. “Creer en Dios es ponerse de rodillas”, decía Martín Lutero.

Bienaventurados los mansos. Los mansos se definen en la Biblia por obedientes y pacíficos, no débiles. ¿Crees que ser manso es para débiles? Procura ser manso un día a ver si lo puedes lograr. La mansedumbre es humildad pura. Jesús dijo: “Imitenme a mí que soy manso y humilde de corazón”, ¿crees que Jesús fue débil? Podrías soportar todo lo que soportó sin quejarte? ¿Sin rendirte? La mansedumbre no es debilidad, es poder controlado, dominio propio. Un caballo manso no es débil, sencillamente tiene su fuerza bajo control.

Los misericordiosos alcanzarán misericordia. Solo se puede ser misericordioso si se es humilde. Es imposible mirar a otra persona con misericordia sin humildad. El orgullo no mira a nadie con misericordia, jamás esperes misericordia de un orgulloso a no ser que el dar misericordia pueda enaltecer su imagen, no lo dará jamás. El pastor Ockenga, mentor y consejero del evangelista Billy Graham, decía: “El pensar solo en uno mismo es el mayor impedimento para la vida espiritual”. El mismo Billy Graham decía: “Lucho y oro por humildad, ya que el orgullo es la mayor arma del diablo”. Cierto.

Etiquetas: #poder#humildad

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