- Por el Dr. Juan Carlos Zárate Lázaro
- MBA
- jzaratelazaro@gmail.com
Nuestro país, al igual que otros, atravesó por una dura pandemia sanitaria por más de 2 años, ocasionando la muerte de casi 20.000 personas, afectando a nuestro crecimiento económico, debido a la débil evolución de la gestión económica de empresas no solo del segmento corporativo, sino también pymes (siendo estas últimas las más golpeadas), pues no cuentan con la misma “espalda” de una compañía de estructura organizacional más sólida y desarrollada, obligando a muchas de ellas a tener que “bajar las cortinas”, dado que ya no tenían capacidad tan siquiera de cobertura de sus gastos rígidos básicos, dejando sin fuentes de trabajo a miles de personas.
Paraguay en vías de desarrollo no ha escapado a la influencia negativa producida por dicha coyuntura, puesto que el nivel de dependencia de importaciones del petróleo sigue siendo elevado, además de otros tipos de bienes de capital incorporados, afectando a nuestra balanza comercial, donde el impacto negativo de la disminución de los volúmenes exportados de granos en estado natural, en el 2022, debido a factores incontrolables (sequía) determinaron un flujo global de ingresos de divisas muy inferior a años anteriores revirtiéndose por fortuna de nuevo positivamente en el 2023.
A pesar de ser un país generador de abundante energía limpia, que pueda dinamizar y diversificar a nuestro proceso de industrialización, seguimos muy dependientes de lo que nos genera la producción agropecuaria.
Se hace necesario perfilar un cambio estructural cualitativo dentro de nuestra producción agrícola y de otros rubros, avanzando hacia un proceso fabril que pueda dar un mayor valor agregado a nuestros productos, y la posibilidad potencial de obtener precios de ventas más remunerativos, pues somos un país productor de alimentos, que todos los países seguirán demandando en forma creciente.
Contamos con plantas industriales procesadoras de granos con tecnología de punta además de molinos harineros y otras plantas fabriles que procesan diversos tipos de productos, como para que vayamos dándole cada vez mayor fuerza al proceso de industrialización, que es lo que se precisa para un crecimiento más fortalecido, que coadyuve a la generación de más fuentes de trabajo a nivel país, pero que hasta ahora siguen trabajando lamentablemente con capacidad instalada ociosa.
Uno de los factores que más preocupa se refiere a la caída del consumo, por la disminución de las facturaciones en diversos sectores (si bien se ha venido observando de nuevo una gradual recuperación), haciendo que la capacidad adquisitiva de nuestra gente se viera resentida ante una mayor disminución/poder de compra del segmento medio-medio/bajo, cuyo repunte dependerá de una buena gestión macroeconómica que permee favorablemente en nuestra microeconomía.
Para poder enfrentar con posibilidad de éxito estas dificultades coyunturales debemos encararlos estructuralmente, ya que hasta ahora un gran porcentaje de nuestro crecimiento económico sigue sustentado en la actividad agroganadera.
Si hasta ahora nuestro país ha logrado avanzar gracias a su potencial agropecuario, llegó el momento de bosquejar otro modelo económico debido al agotamiento del actual y la necesidad imperiosa de crecer cuali/cuantitativamente a través de un mayor proceso de industrialización de nuestros productos con mayor valor agregado y posibilidades de generación de más flujo de ingresos de divisas.
Transitemos organizadamente hacia las sendas de la producción fabril, transformando los productos primarios que permitan generar más fuentes de trabajo mediante nuevas opciones económicas.
El modelo agropecuario está llegando a su fin, por lo que urge bosquejar un nuevo prototipo para aprovechar mejor sus potencialidades fomentando activamente la diplomacia económica a través de todas nuestras embajadas del exterior, que ya ha empezado a dar buenos resultados.
Se hace necesario que optemos por un nuevo modelo económico y del rol protagónico que le corresponde, lo que no implica desechar la experiencia de la producción primaria, sino de complementarla con la industrialización, si pretendemos seguir avanzando, creando más fuentes de trabajo y disminuyendo gradualmente la franja de pobreza y de pobreza extrema.