Si uno sostiene al otro se produce un recíproco efecto que ayuda a ambos. En el tramo de la vida se aprende a ser sostenido y cuando eso se ha interiorizado la gratitud surte su firmeza y se dispone a sostener. El médico psicoanalista y psiquiatra argentino Luis Hornstein, en su obra titulada “Ser analista hoy”, sostiene: “Estamos sostenidos. Sostenidos por nuestra historia individual pero también por los vínculos y por nuestros logros. Y por lo sociohistórico y sus diversos espacios. Los encuentros, vínculos, traumas, realidad y duelos autoorganizan la subjetividad”.
Es la existencia como un puente por donde hay que transitar. Es un trayecto que produce incertidumbres, temores, expectativas, entusiasmos, proyecciones y exposiciones concretas que indican la necesidad de moverse. Durante el recorrido se viven las experiencias que enseñan a valorarlo como tal. En esa estructura que une espacios se puede desplazar quien decide avanzar. Para que así sea se debe asumir un compromiso con uno mismo, que estará cobijado bajo la creencia que convierte lo que sucede en una oportunidad para crecer. Allí sostener dicha convicción estimula el paso siguiente, y el que vendrá. Por lo tanto, mantener los sentidos en alerta favorece a la chance de permanecer en el circuito que lleva hacia lo que se busca obtener.
Se sostienen mentalmente las ideas que incitan al crecimiento. Esas que desafían a las rutinas que ya han promovido virtudes que están en plena actividad. Darle relevancia al pensar edificante es un ejercicio que orienta al proceso de creación de vínculos respetuosos y confiables, donde cada historia individual aporte lo suyo y pueda además apreciar el valor de la historia del otro. Esa conjunción histórica se constituye en la esencia que sostiene el presente de quienes lo labran.
Las formas de sostener son particulares y pueden expresarse conforme a las vivencias que suceden. Generalmente quienes lo hacen manifiestan que se sienten realizados por el hecho de haber participado de alguna manera para que el otro esté bien. Las personas son las que crean los ambientes en donde se relacionan. Son las que sostienen los entornos que crecen. De manera que estamos sostenidos por los diversos espacios de lo sociohistórico que vivimos.
Es a través de la convivencia en donde se exteriorizan las actitudes que fomentan la creación constante de lazos positivos. Al sostenernos unos a otros es contundente el nexo intangible que produce la práctica de los valores que cada cual puede transmitir. Ese estamos sostenidos es aglutinador y por sobre todo universal, dando origen al cumplimiento de los compromisos colectivos. Si nos sostenemos podemos sentirnos acompañados, lo que conlleva una sensación de fortaleza que incentiva las ganas de colaborar en lo que sea posible hacer.