• Por Víctor Pavón (*)

Entre los muchos mitos que persisten en el pensamiento político y económico hay uno que habla sobre la existencia de una confrontación entre empresarios y trabajadores. Esta creencia encuentra su fundamento en la anacrónica idea marxista por el cual los trabajadores son explotados por un grupo de personas o empresas que lo único que desean es ganar más dinero sin importarles la suerte de sus prójimos. Este es un error que le sigue costando caro en los lugares donde tiene vigencia.

Se requiere cuanto antes desregular el Código Laboral para terminar de una vez por todas con aquel mito y plantear de este modo una propuesta contra el desempleo en el país. La desregulación dará oportunidad de empleo a miles de trabajadores —sobre todo a la gente joven— que en el presente se hallan en la informalidad o sencillamente no tiene un puesto laboral.

La flexibilización no es un “desprecio contra la clase trabajadora del país” tal como sostienen las centrales sindicales y mucho menos resultaría inconstitucional pues el acceso al trabajo está garantizado en nuestra ley fundamental, más aún cuando las condiciones laborales serán controladas por los correspondientes órganos del Estado paraguayo.

Nuestro actual Código Laboral fue el resultado de un pensamiento político económico que en los años 90, cuando se promulgó la ley laboral, tenía todas las de ganar. Estábamos en los primeros años luego de la caída de la dictadura y casi la totalidad de la dirigencia política en el Congreso y la sindical deseaban congraciarse con ciertos sectores de la sociedad, y fue así como impusieron un modelo de legislación laboral anacrónico y sumamente perjudicial.

Nada puede estar más lejos de la realidad. La ley laboral ha provocado desempleo especialmente entre los jóvenes en un país compuesto mayoritariamente por este sector. Nuestro Código Laboral fue concebido para proteger a los trabajadores sindicalizados, en desmedro de la mayoría de los trabajadores que con cada aumento de los beneficios laborales ven cada día más difícil de conseguir un puesto laboral.

Nuestro Código Laboral, por ejemplo, otorga estabilidad absoluta y la posibilidad de perpetuarse en la dirigencia sindical. Tal como se la concibió, la ley laboral es lo más parecido a una gran muralla que va aumentando en altura por sus altos beneficios a un solo sector, impidiendo que cada vez más gente pueda sortear aquella muralla. El resto queda sin empleo y en la informalidad.

Lo que debería preocupar a las centrales sindicales y a los congresistas del país es cómo hacer que los trabajadores accedan a un empleo, en particular nuestros jóvenes. Para lograr este cometido no hay otro camino que terminar de una vez por todas con el pensamiento confrontacionista por el cual se cree que existe una rivalidad perpetua entre los intereses de los trabajadores y de los empresarios.

Los intereses de los trabajadores y empresarios, además de no ser antagónicos entre sí, en realidad se complementan. La tendencia de esta relación capital-trabajo ha sido positiva, además de haberse convertido en uno de los fundamentos del desarrollo en la historia de la humanidad. Las condiciones de vida de los trabajadores han mejorado notablemente en los últimos años, allí donde también las empresas han prosperado.

Un trabajador productivo, de confianza y capacitado tiende a contar con mejores condiciones de trabajo en su lugar de trabajo y son bien vistas por otras empresas a los que también les gustaría contar con su participación.

En los últimos trescientos años se han ensayado muchos experimentos. Los que crean privilegios para unos cuantos han fracasado, como la consigna de la lucha de intereses de empresarios y trabajadores. El más eficiente no solo económicamente sino también desde el punto de vista moral, consiste en dejar que el mercado libre asigne los recursos de acuerdo a la decisión de las personas, permitiéndoles ganar el pan y también ahorrar —en base a su propio esfuerzo, talento y cooperación.

(*) Presidente del Centro de Estudios Sociales (CES). Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”: “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.

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