La casi irracional expectativa por las medidas económicas que iría a tomar Javier Milei, el novel presidente argentino, que por cierto cumplirá el 10 de enero su primer mes al frente del gobierno, es hasta ahora su principal enemigo.

No lo son ni las organizaciones sociales ni los sindicatos, todopoderosos en una Argentina empapada de peronismo. Ni siquiera la “casta”, como él llama a la clase política en general sin distinción de partidos ni ideologías. “Soy peligroso para la casta política porque conmigo se acabó la joda”, había dicho el outsider convertido en inquilino de la Casa Rosada.

Y es que el camino a la ruina segura que tomaron los argentinos con el dominio kirchnerista en los últimos lustros ya estaba en la última parte, pero a velocidad crucero, sin variaciones, mas con final previsible.

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Lo que al parecer hace Milei es soltar esos frenos que, de alguna manera, “protegían” a la economía argentina de una caída total, algo que los va a llevar a tocar ese fondo al que más de una vez los vimos ingresar, como en el 2000 con De la Rúa.

Los precios se han liberado, están por las nubes y así como pinta, llegarán a la luna antes de congelarse, los subsidios han disminuido y seguirán disminuyendo, todos los servicios se han encarecido y comienza a producirse un natural aumento del desempleo y una pérdida del poder adquisitivo. Todo esto en un mes.

Y el discurso “esperanzador” de Milei no ayuda mucho a una sociedad argentina consumista y desesperada. “En 18 años tal cosa”, “que en 40 años, otras más”. Las carencias que tiene la gente son grandes, pero algo tiene a favor este nuevo presidente: la gran parte del pueblo argentino, menos los privilegiados de gobiernos anteriores, son conscientes de que existe una necesidad de tocar fondo lo antes posible y al precio que se tenga que pagar. Luego comenzarán a escalar ese abismo al que los metieron.

Argentina es de los pocos países del mundo que puede generar tanta riqueza para sus habitantes según el sistema que se le ponga en frente. De la misma manera también puede generar pobreza, y vaya que la estaba generando con el irresponsable y cuasi criminal sistema de gobierno populista que premiaba la improductividad y el ocio, que se olvidó de la seguridad, se dedicó a atacar a la producción e hizo correr a la inversión extranjera.

Me decía un amigo y colega porteño que toda la producción láctea argentina estaba en manos de una sola empresa. Algo impensado para quienes conocemos y hemos disfrutado de las bondades de ese sector productivo argentino. Por eso, antes que recuperar la capacidad de producción en un país aún anestesiado por la desidia política, los argentinos tienen que terminar de sufrir el coletazo final de la herencia K.

Un plazo de seis meses para detener la inflación, y por ende la subida de precios, es el pronóstico más realista y cercano con que hoy cuentan los argentinos para comenzar a sentir los cambios que Milei está llevando a cabo, a pesar de los piqueteros y los planeros.

Al Paraguay le conviene que sus vecinos sean sanos, social y económicamente, pues es más probable poder desarrollar una mejor calidad de vida en un vecindario pudiente.

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