El ataque del 7 de octubre pasado a poblaciones civiles del sur de Israel, protagonizado por el grupo terrorista Hamás, ha dejado al descubierto cierto comportamiento tendencioso de algunas organizaciones que rondan sobre este y otros conflictos de la región del Medio Oriente.
Una de ellas es la organización no gubernamental UNRWA, que depende de la Naciones Unidas y cuya misión es dar soporte a los refugiados palestinos que habitan diversos países. No solo en Gaza o en Cisjordania existen refugiados palestinos, también en el Líbano, en Siria y en menor medida, en Jordania.
Para comprender el reclamo que se le hace a UNRWA por su parcializada actuación, hay que decir que ni en Líbano ni en Siria y mucho menos en Jordania, los refugiados palestinos tienen derechos. Sin embargo, más de 120.000 árabes palestinos, residentes tanto en Cisjordania como en la Franja de Gaza, tienen permisos laborales e ingresaban (hasta el 6 de octubre) a trabajar a territorio israelí bajo esos permisos otorgados. David Schvartzman, nuestro compatriota asesinado en Kfar Aza, era uno de los que luchaban por conseguir más permisos laborales para los gazatíes.
Otro de los cuestionamientos a esta organización sin fines de lucro es que hacía “la vista gorda” a las actividades de Hamás en la Franja de Gaza. El Ejército israelí ha encontrado pruebas del apoyo que funcionarios de este organismo prestaban a Hamás, ya sea en herramientas como en hospedaje.
En residencias de varios funcionarios se hallaron pruebas de la presencia de algunos secuestrados y la utilización de cajas con el logo del organismo para camuflar pertrechos militares de Hamás.
En cuanto a los grupos feministas, sobre todo en Europa y más precisamente en España, el cuestionamiento surge por el nulo reclamo por los abusos sexuales y asesinatos que han sufrido decenas de mujeres israelíes en los ataques del 7 de octubre. Parece que la indignación de estos grupos de mujeres solo es puesta en funcionamiento cuando las mujeres agredidas no son judías. Las acusaciones de antisemitismo han sido numerosas a raíz de este silencio cómplice.
Las propias organizaciones de la izquierda israelí han reaccionado con estupor al ver el apoyo que se dan a los terroristas de Hamás desde Europa, siendo que este grupo es todo lo contrario a lo que ellos pregonan, en cuanto a la defensa de los derechos de las mujeres y mismo de los grupos LGTB, siendo conocida la posición radical islámica que profesa Hamás en contra de los derechos de las mujeres.
Tampoco el grupo Black Live Matter, que ha sido causante de descomunales protestas en Estados Unidos y otros países, se ha manifestado tras el asesinato por parte de los terroristas de Hamás contra ciudadanos de origen africano, como el joven estudiante tanzano Johua Mollel, quien a poco menos de tres meses de haber llegado a Israel, fue asesinado salvajemente por la horda terrorista el sábado 7 de octubre. El video grabado por los propios asesinos recorre la redes sociales y en ella se puede ver cómo el joven africano lucha por su vida sin comprender el motivo de tanta saña. Finalmente, recibe varios disparos con armas largas cuando yacía en el piso.
Parece ser que a los grupos de derechos humanos y a algunos organismos y altos funcionarios de las Naciones Unidas se les ha olvidado lo que sucedió el 7 de octubre pasado y que ha sido lo que encendió la mecha para la operación Espadas de Hierro con la que el Ejército de Israel pretende borrar del mapa al grupo terrorista Hamás. En el pedido de alto al fuego que muchos organismos y gobiernos reclaman no incluyen la devolución con vida de los secuestrados que aún mantiene en su poder el grupo terrorista.