- Por Felipe Goroso S.
- Columnista político.
Decir que en Paraguay la comunicación está lejos de tener el lugar que le corresponde es una obviedad. Pasa lo mismo con la política y su impostergable necesidad de profesionalizarse. El olfato, la piel y el estómago seguirán siendo importantes, porque se trata de trabajar con seres humanos. Sin embargo, es perentorio apuntar a un proceso donde la profesionalización de la política y la comunicación sea cada vez mayor. Es la mejor receta para generar resultados y con eso alejar a las aves de paso (y muchas veces de carroña) de este noble oficio ya suficientemente vilipendiado.
Un error común de los políticos y líderes es no tener en cuenta a la comunicación desde la concepción misma de las ideas o iniciativas. Torpemente se cree que solo se la precisa a la hora de convocar a periodistas para la tediosa y muy poca creativa figura de la conferencia de prensa. Eso es prensa, no comunicación. Lo primero es apenas una parte de lo segundo, pero como les cuesta entenderlo.
La comunicación política profesional bien hecha y planificada es el elemento de poder más importante porque, entre otros componentes, trabaja con las percepciones y emociones y son ellas las que llevan a los seres humanos a tomar decisiones, a sentar posturas a favor o en contra de las iniciativas planteadas. La comunicación construye mensajes, núcleos y líneas discursivas. Elabora narrativas potentes y emotivas porque son las que efectivamente movilizan a la población, logrando insertarse en la agenda de la discusión pública, en la conversación del día a día de la gente. En una ronda de tereré, en los grupos de WhatsApp o en el tercer tiempo luego del futbolacho. Y de vuelta, que emocione. La frialdad del escritorio, del Excel o el Power Point no colaboran, sobre todo cuando ya se han instalado escenarios de confrontación.
Si uno no hace su parte, reclamar luego que el que está en frente sí lo hizo es absolutamente vano. Si no defino yo mi narrativa, de manera estratégica, lo único seguro e indubitable es que otros lo harán por mí. En este punto, hay que recordar lo vital que es tener un mapa de intereses con quienes podrían pararse al lado nuestro o del otro. Políticos, medios de comunicación con sus respectivas líneas editoriales, periodistas, empresas, grupos de poder y lobby. Todos. Y permítanme decirles que, si uno no instala su narrativa, es como arrancar el partido con dos goles en contra. Basta mirar algunos ejemplos recientes en ese sentido.
La política precisa sumar a la comunicación desde la concepción misma de las ideas, hacerla parte de la mesa chica donde se evalúan, piensan y se toman las decisiones. Que la presencia de la comunicación sea transversal a todo el proceso y no solo al final, al momento de la operativa.
Mientras tanto esto no suceda, seguiremos viendo un desgaste de la política. Un desgaste que en la mayoría de las veces es absolutamente evitable.