- Por Pablo Alfredo Herken Krauer
- Analista de la economía
- Email: pabloherken@yahoo.com
Cuando se trata de la inflación o simplemente de la suba de precios de bienes (pan) y servicios (luz) de una canasta familiar confeccionada para servir de medida de lo que en la mayoría de los países se denomina Índice de Precios al Consumidor (IPC) –como es nuestro caso bajo responsabilidad del Banco Central del Paraguay (BCP)– el comportamiento del precio de los combustibles es clave en el resultado final: calma o tormenta.
Si no eres productor y exportador de petróleo –y no tienes refinerías– tu situación como país y la estabilidad y el crecimiento de la economía se ven amenazados cuando en el mundo se encarecen tales materias primas o commodities y el precio de los combustibles derivados (naftas, gasoil, gas) importados son el factor principal de inflación en alza, porque los combustibles mueven la economía y su mayor valor se contagia negativamente como costo superior en todos mercados de producción y comercio de todo país, sea rico o no rico, como el caso nuestro.
Pero el mercado internacional cuando está furioso no distingue si produces petróleo y refinas combustibles o no lo haces. El año pasado la inflación norteamericana interanual (en 12 meses) llegó al 9,1 % en junio (1,3 % mensual respecto a mayo) máximo en 40 años. Los precios de la energía subieron 7,5 % en el mes y 41,6 % en 12 meses. En Europa también se vivía una disparada de la inflación. La crisis en Ucrania echaba leña al fuego. En abril del año pasado tuvimos una inflación mensual del 1,5 %, del 5,3 % en el año y del 11,8 % en 12 meses (la más alta desde el 2005). En el caso de los combustibles el aumento de los precios en abril fue del 10,6 %, del 26,3 % en el año y del 53 % en 12 meses. Cualquier gobierno frente al encarecimiento de las importaciones de combustibles por factores internacionales sabe perfectamente que esa danza diabólica golpea y fuertemente el bolsillo del consumidor, y al caer la capacidad de compra de sus ingresos y el poder adquisitivo del dinero, se extiende generalizándose en toda la economía con sus mercados con menor actividad global, porque cae el consumo, demostrable por las menores ventas y ganancias en sectores comerciales, de importaciones de otros bienes, en la industria y en la producción. Nadie se salva. Además, se sucedieron tres crisis: covid-19, petróleo y derivados, ajustando sus precios a una demanda creciente después del bajón por la pandemia mundial, que llevó a precios negativos del barril, los que compraron y no tenían venta, casi como que lo “regalaban” a los que podían estoquear; y Ucrania (afectando el suministro de Rusia, un key player en el negocio).
Bajar el precio de los combustibles en el marco de un mercado internacional con tendencia a la baja de los precios, con respecto al año pasado, aunque muy volátil porque demasiados factores influyen en el comportamiento con más incertidumbre que certezas –economías de Estados Unidos y China, tasas de interés, dólar fuerte, Ucrania, Rusia, países árabes (OPEP), conflicto Israel-Palestina– es una decisión de política económica necesaria y útil para estabilizar la economía (desaceleración del ritmo inflacionario) y proteger al consumidor (todos lo somos) en el mejor rendimiento de su dinero e ingresos, que eleva o no deja caer o empeorar su capacidad de comprar, aunque sea mínima la diferencia.
Petropar decidió disminuir el precio de sus naftas en 1.000 guaraníes durante la gestión del actual gobierno. Y en el caso del gasoil el congelamiento fue prudente y responsable. Son dos mercados diferentes en el mundo. Ambas medidas benefician al consumidor y debilitan la inflación, abriendo las puertas para un costo de vida menos angustiante. Aunque aquí no debemos olvidar lo que sucede por otro lado en materia de salarios, sueldos, honorarios y otros como fuentes de los ingresos con los cuales administrar la canasta familiar sacándole el máximo de jugo. Me cuesta creer que este gobierno venda combustibles por debajo de sus costos originando pérdidas por puro “populismo”. No lo veo, dada la formación de economistas de las principales autoridades –incluye al presidente de la República– y a sus respectivas trayectorias en la gestión de lo público.
En noviembre pasado 2023 la inflación mensual fue del 0,4 % (0,7 % mismo mes 2022), del 3,4 % acumulada en el año (8,3 %) y 3,2 % interanual o en doce meses (8,3 %). Si fijamos nuestra atención en el rubro combustibles (sus precios) el comportamiento promedio fue el siguiente dentro de la inflación global: -3,5 % en el mes de noviembre (2,3 % igual mes del 2022), -10,6 % en el año (29,4 %) y -12 % interanual (25,2 %). Desagregado por tipo de combustible tenemos que las naftas común y súper registraron disminuciones interanuales en sus precios del -16 % al 18 %. El gasoil común y el aditivado del -8 % y del -9,7 %. Todos, con excepción del gas de uso doméstico, experimentaron menores precios en noviembre con respecto a octubre. De ahí es promedio de combustibles con una merma de precios del -3,5 % en noviembre. Para remarcar dicha realidad.
La verdad, si es verdad, es verdad. Was gesagt werden muss, muss gesagt werden. Duele decirlo, pero hay que decirlo.
Petropar decidió disminuir el precio de sus naftas en 1.000 guaraníes durante la gestión del actual gobierno. Y en el caso del gasoil el congelamiento fue prudente y responsable. Son dos mercados diferentes en el mundo. Ambas medidas benefician al consumidor y debilitan la inflación, abriendo las puertas para un costo de vida menos angustiante.