- Por el Hno. Mariosvaldo Florentino
- Capuchino
Este segundo domingo del adviento nos presenta la gran figura de Juan Bautista. Él, como profeta encargado de preparar la llegada del Salvador, es para nosotros una importante ayuda en nuestra preparación espiritual.
Su mensaje aún hoy hace eco en el desierto del mundo y de nuestras vidas: “Preparen el camino del Señor”.
Así como Juan hablaba a la gente de Israel, esto es, personas que conocían la ley, que fueron circuncidadas, pero que vivían muy superficialmente su fe, hoy él nos habla a nosotros, bautizados, confirmados, “eucaristizados”, (tal vez esposados en la Iglesia o hasta consagrados), pero que tantas veces vivimos a medias nuestra fe, y nos comportamos casi peor que los paganos.
Infelizmente, esta es una realidad muy común en la vida humana: con el pasar del tiempo las cosas se van acomodando y pierden aquel vigor inicial. Recordemos que incluso las primeras comunidades fueron llamadas a redescubrir “el primer amor”, porque el fuego inicial se había enfriado. De hecho, la vida cristiana necesita una continua nutrición para que no se debilite y pierda su brillo.
Nuestra conversión debe ser un proceso continuo, y debemos empeñarnos constantemente en él. Bastan algunos descuidos para que se instale en nuestro espíritu aquellas voces del mundo, que se insinúan suavemente:
-”Hoy estás cansado, así nomás, mañana haces tu oración, o el domingo próximo vas a la misa”; -”Bueno, no se puede ayudar a todos, ya hiciste mucho”, -”Nadie me va a descubrir, por qué no pruebo...”, -”Un pecadito solo por hoy no me cambiará…”.
Y así, sin darnos cuenta, nos trasformamos casi en el opuesto de un discípulo de Cristo, nos desfiguramos en nuestra fe, perdemos la intimidad con él, aunque mantengamos el nombre de cristianos.
Es, entonces, el momento de escuchar a Juan Bautista que pasa y grita, y grita fuerte en el desierto de nuestras vidas: ¡Conviértanse! ¡El Señor ya viene! ¡Ajusten sus caminos!
Por eso, el adviento es tiempo de tomar conciencia y preguntarse: ¿dónde estoy andando? ¿Qué estoy haciendo con mi vida? Mis bonitas ideas o mis buenos propósitos, ¿estoy colocando en práctica en lo cotidiano?
A aquellos que querían cambiar de vida, Juan proponía un baño ritual, una inmersión en el río Jordán, como señal de renacimiento, de vida nueva. Hoy, a los que ya fueron bautizados, la Iglesia propone una nueva inmersión en la gracia de Dios, que perdona y revigoriza a través de la confesión y de la Eucaristía. Son estos sacramentos que pueden hacer florecer nuestro desierto.
No nos olvidemos que prepararse para Navidad es mucho más que adornar las puertas y arbolitos, escribir tarjetitas, comprar regalitos o pensar en las comidas. Todo esto va bien, si es acompañado de una preparación interior. De nada sirve llegar a Navidad con muchas luces coloridas por fuera, cuando dentro nuestro reinan las tinieblas. El tiempo es ahora: ¡preparen los caminos del Señor!
El Señor te bendiga y te guarde.
El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.
El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la paz.