- Por el Dr. Juan Carlos Zárate Lázaro
- MBA
- jzaratelazaro@gmail.com
¿En qué nos diferenciamos de nuestros abuelos y bisabuelos? Podríamos afirmar sin temor a equívocos que en muchas cosas. Si bien es dable reconocer que hemos evolucionado, trayendo la civilización aparejado con muchas innovaciones y avances en medicina, tecnología, educación, entre otros, sin embargo podemos visualizar que en la práctica entre la vida moderna y la que llevaban nuestros ancestros se observa una substancial diferencia.
Y, ¿cuál es esa diferencia? Radica primariamente en que ellos siempre estaban en movimiento todos los días formando parte de su rutina de vida.
Los hombres y las mujeres de principios del siglo XX y hasta un poco más de la mitad del mismo solían caminar todos los días kilómetros enteros para cumplir con sus tareas y también satisfacer necesidades básicas, pues tener por entonces un vehículo propio era un lujo.
Basta observar fotografías antiguas, en donde muy raras veces uno puede ver personas obesas como abundan hoy día. La explicación es sencilla y muy obvia. Se mantenían en movimiento todos los días. Era una parte de su rutina de vida, permitiendo que mantuvieran una buena capacidad cognitiva cerebral y buen estado físico.
Es sabido que el cuerpo humano no ha sido diseñado para estar varias horas frente a la computadora, un escritorio o viendo TV como acontece hoy día. El ser humano fue hecho para mantenerse en movimiento. Pero, sin embargo, parecería que nos hemos olvidado de los múltiples beneficios que nos aporta el ejercicio físico, ya que muchos vivimos una vida sedentaria, considerando al ejercicio físico como si fuera un lujo o una necesidad más bien relacionada con la estética corporal, sin sopesar los múltiples beneficios que aportan a todo el organismo, librándonos de que nos convirtamos “en una farmacia” ingiriendo medicamentos por cualquier motivo.
¿Cuántas personas tenemos que si bien tendrían alguna patología orgánica, son reacios a tomar medicamentos? Por fortuna, hoy día los mismos médicos prescriben a sus pacientes ejercicios físicos, complementados con alguna que otra medicina en caso de ser necesario.
Aquel que ha comprobado que el ejercicio físico regular es la mejor medicina para el cuerpo y el alma, puede dar fe de los resultados que se logran a través de una rutina consistente y persistente en el tiempo.
Hoy uno puede observar en los parques a personas de distintas edades haciendo caminata, trotes y otros ejercicios físicos que contribuyen a crear endorfina (la hormona del placer), y hasta con un efecto casi multiplicador, puesto que cada vez más personas toman la muy buena costumbre de realizar ejercicios físicos sin importar su edad.
Cuántas veces solemos poner excusas diciendo, estoy muy pesado, no “me da el cuero”, me canso muy fácilmente, pero apenas se disponen a probar una caminata a paso lento en principio de unos 30 minutos empiezan a darse cuenta de que se sienten con mucha más energía, menos fatiga e incluso mucho menos negativo y con ideas que fluyen más fácilmente.
No decimos que de ser necesario y el médico lo prescriba habrá que tomar medicamentos específicos, pero no es utopía ni fantasía el hecho de que aquel que quizás por razón de exceso de peso o sedentarismo, se ha sentido deprimido o ansioso, una vez que deciden calzarse una zapatilla deportiva y ropas cómodas para una caminata, pudieron notar que en unas semanas varias de las dolencias disminuyeron, e incluso desaparecieron.
El ejercicio físico regular no solo tiene el poder de mejorar episodios depresivos y ansiosos o mismo una hipertensión, dado que mantenerse en movimiento nos permite no solo ejercitar nuestro cuerpo, sino que constituye asimismo en uno de los bálsamos primarios para nuestro bienestar mental y físico.
Todos aquellos que lo han tomado como un estilo de vida y que lo practican regularmente en horas de la mañana temprano antes de desayunar, para luego pegarse una ducha antes de ir a la oficina, se sienten con mucha más energía y claridad de pensamientos e ideas, pues su carencia hace que nuestro cuerpo vaya acumulando toxinas que influyen en forma directa sobre nuestro estado de salud y vigor físico.
Aquel que ha comprobado que el ejercicio físico regular es la mejor medicina para el cuerpo y el alma, puede dar fe de los resultados que se logran a través de una rutina consistente y persistente en el tiempo.