DESDE MI MUNDO

  • Por Mariano Nin
  • Columnista

Kevin, un nombre ficticio que tiene cientos de rostros que ocultan una realidad que crece y se extiende. Es protagonista de historias que podrían ser sacadas de una película de terror, pero no dudo de que todas sean verdaderas.

No sé cuántos años tiene, pero sin dudas tiene menos de 20. Dejó los estudios cuando terminó la escuela. La pobreza y la rebeldía hicieron el resto.

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Es conocido en el barrio donde suele despertar temor y muchas veces terror. Comenzó pidiendo mil “pa la empanada”, pero todos sabían que era para el crack.

Fue un salto. Había comenzado con el alcohol y las malas juntas. Luego fue el crack y la adicción lo empujó al camino torcido. Ese que nunca lleva a ningún lado, pero que te mantiene prisionero hasta que una bala, la cárcel o una sobredosis te detenga.

El 60 por ciento de los asaltantes son menores de 25 años. El 24 por ciento son menores de 18 años. El 15 por ciento ingresa a cárceles o correccionales. El 85 por ciento queda con registro solo en las comisarías.

No solo son estadísticas. Los números son siempre fríos, pero esconden vidas, tienen rostros e historias. Vidas miserables sin posibilidad de redención.

En el departamento Central, el 80 por ciento de los adictos es menor de 25 años, y la mayoría deambula por las calles sin contención ni esperanzas.

Y otra vez los fríos números para devolvernos el golpe de la realidad:

En la primera mitad de año, la Fiscalía registró más de 20.000 denuncias relacionadas a la inseguridad, de las cuales 19.747 son por hurto y robo, agravado y simple. Y las otras 480 representan homicidio culposo y doloso en investigación.

En la tele las imágenes mostraron a Kevin tironeando la cartera de una señora que volvía del trabajo en una tarde gris y silenciosa en la que solo un circuito cerrado fue testigo del criminal desenlace.

En las imágenes que mostraron los noticieros se veía a la mujer caer tras un disparo y dos hombres huyendo en una moto llevándose el bolso.

Más tarde los mismos noticieros mostraban el allanamiento de una casa, que según los vecinos era un aguantadero, y los intervinientes detenían a dos personas.

Un juez resolvió que Kevin fuera a Tacumbú. Muchos pensaron que le salió barato. Es verdad, no lo mataron. Pero para él el infierno recién comienza... en la cárcel la vida es más dura que en la calle, deberá sobrevivir a las bandas criminales y números sin fe.

Al final, de eso se trata la vida, de decisiones, esas decisiones que siempre conllevan una consecuencia.

Nadie lo ayudó, nadie lo va a esperar, nadie lo va a llorar. Pero esa… esa es otra historia.

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