- POR MARCELO PEDROZA
- Psicólogo y magíster en Educación
- mpedroza20@hotmail.com
Tienen tantos rostros los logros, más allá de las definiciones que pueden enmarcarlos como triunfos, cumplimientos alcanzados, resultados de tantos esfuerzos o como las conquistas de los sueños. Hay en su poderosa gama de lecciones un recorrido que invita a ser vivido, es ese que se denomina trayecto, lapso, circuito, línea, paso o puente, o como imaginen lo que puede caracterizar ese proceso de vivencias acaecidas.
La acción de lograr implica identificar lo que uno quiere y asumir los compromisos que la misión acarrea. La fortaleza de los desafíos reside en las razones que los mueven, por eso todo aquello que pregone el crecimiento de las personas puede constituirse como inspirador para sus vidas. El profesor Henry Alexander Murray (1893-1988), psicólogo estadounidense, consideraba que la conducta humana es impulsada por la motivación de logro. En sus estudios realiza una conexión entre aquello que se presenta como obstáculo y el deseo de superarlo.
Los retos pregonan la búsqueda de estados interiores que alientan fundamentalmente la superación de uno mismo, instancia que solo se siente y que en ocasiones es indescriptible aunque pueda visualizarse a través de los hechos, los que normalmente acreditan el alcance de lo obtenido y sientan las bases de los testimonios realizados a través de las experiencias.
Murray conceptualizó, junto al psicólogo David McClelland (1917-1998), a la motivación de logro como la tendencia del sujeto a buscar éxito en situaciones desafiantes que supongan un reto, es decir, que impliquen demostrar capacidad. Indicaron que generalmente son metas elevadas las que se proponen realizar y que además quienes las quieren vivir están dispuestos a focalizarse en la ejecución de las mismas.
El esfuerzo caracteriza al comportamiento orientado a la consecución de logros. Esa actitud está acompañada por el conocimiento de las capacidades que se requieren para conseguir el avance planificado. Dentro de la estrategia, debe considerarse la posibilidad de ser flexible a los cambios que alguna circunstancia así lo requiera; como también de abrirse a las observaciones de quienes estén implicados en las etapas durante el desarrollo de los objetivos, de manera que si es necesario corregir algo, hay que hacerlo.
Puede constituirse una visión colectiva orientada a la motivación de logros. El ejercicio plural de las voluntades es significativo para las sociedades que las sostienen. Dado que es notable el ejemplo cuando lo social impacta en esa vocación multiplicada de logros.
El esfuerzo caracteriza al comportamiento orientado a la consecución de logros. Esa actitud está acompañada por el conocimiento de las capacidades que se requieren para conseguir el avance planificado.