El Día del Médico es una celebración que honra a aquellos profesionales dedicados que desempeñan un papel fundamental en la salud y el bienestar de la sociedad. Esta fecha, el 3 de diciembre, conmemora primeramente a San Lucas, considerado el patrón de los médicos y cirujanos. La elección de este día específico para honrar a los médicos tiene raíces históricas y simbólicas que se remontan a diferentes culturas y momentos de la historia. San Lucas fue un médico griego y discípulo de Jesús, quien también se convirtió en evangelista y autor de uno de los Evangelios del Nuevo Testamento y del Libro de los Hechos. La tradición cristiana considera a San Lucas como el patrón de los médicos debido a su vocación tanto espiritual como médica.

La fecha del 3 de diciembre como Día del Médico también coincide con la fundación de la Federación Médica Argentina (FMA) en 1891. Esta organización se creó con el propósito de unir a los profesionales médicos y defender sus derechos laborales, así como mejorar la calidad de la atención médica en Argentina. La FMA jugó un papel crucial en la historia médica y su fundación se ha adoptado como una fecha emblemática para celebrar y reconocer la labor de los médicos en este país y en otras naciones latinoamericanas.

Sin embargo, en Paraguay y en toda América, el Día del Médico se conmemora hoy y todos los 3 de diciembre de cada año, en memoria de Carlos Finlay Barres, médico cubano pionero en la investigación sobre la fiebre amarilla y en particular en la identificación del mosquito Aedes aegypti como vector transmisor de la enfermedad. Carlos Finlay nació justamente el 3 de diciembre de 1833 en Puerto Príncipe, actual Camagüey, Cuba. Fue un científico visionario y perseverante que dedicó gran parte de su vida al estudio de la fiebre amarilla, enfermedad mortal que afectaba a vastas regiones tropicales y subtropicales en América. Su investigación revolucionaria y persistente sobre la fiebre amarilla lo llevó a identificar al mosquito Aedes aegypti como el agente transmisor de la enfermedad en 1881. Esta teoría, conocida como la “teoría de la transmisión de la fiebre amarilla por el mosquito”, fue una contribución monumental para comprender y controlar la propagación de esta enfermedad devastadora. El descubrimiento de Finlay sentó las bases para estrategias de control y prevención que eventualmente llevaron al desarrollo de vacunas y medidas de erradicación de la fiebre amarilla en las Américas. Su trabajo pionero salvó innumerables vidas y tuvo un impacto significativo en la salud pública a nivel mundial. Es por eso que, en honor a su legado y sus contribuciones excepcionales a la medicina, muchos países en las Américas, especialmente en América Latina, conmemoran el 3 de diciembre como el Día del Médico en su memoria.

En Paraguay recordamos grandes prohombres de la Medicina, a riesgo de olvidarnos de muchos, simplemente citar al Dr. Andrés Barbero, a los Dres. Juan Bautista Gill, Esteban Gorostiaga y Wenceslao Velilla en la Guerra de la Triple Alianza, Pedro de Felice, Juan Manuel Frutos y Manuel Gondra en la Guerra del Chaco, a maestros de la Medicina nacional de la talla de Juan Max Boettner, Manuel Riveros, Manuel Giagni, Juan Francisco Recalde, José Corvalán, Carlos Codas, Mario Feltes, Carlos Arbo, Antonio Arbo, Carlos Adolfo Arbo, y tantos otros que han sembrado semillas de conocimiento en diferentes áreas de la Medicina.

Hoy, en este día, me tomo la libertad de saludar a mis colegas, recordándoles que solo un buen ser humano puede ser un buen médico. Y como dice ese antiguo escrito atribuido a Esculapio a su hijo que desea ser médico: “Piensa mientras estás a tiempo; pero si, indiferente a la fortuna, a los placeres de la juventud; si sabiendo que te verás solo entre las fieras humanas, tienes un alma bastante estoica para satisfacerse con el deber cumplido sin ilusiones; si te juzgas bien pagado con la dicha de una madre, con una cara que sonríe porque ya no padece, o con la paz de un moribundo a quien ocultas la llegada de la muerte; si ansías conocer al hombre, penetrar todo lo trágico de su destino... ¡hazte médico, hijo mío!”.

Salud a todos los colegas, una verdadera profesión que es realmente un arte DE LA CABEZA, pero sobre todo, del alma. Nos leemos en una semana.


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