- Por el Hermano Mariosvaldo
- Capuchino
Así empieza el evangelio de este domingo, que conocemos como la parábola de los talentos. Estamos en el penúltimo domingo del año litúrgico y el próximo será la fiesta de Cristo Rey.
Siendo así, pienso que podemos identificar a este hombre que partió para un viaje con Jesucristo. Él, después de su Ascensión, nos entregó la misión de continuar su obra en el mundo. Nos dejó sus bienes, esto es, la Iglesia. En ella, cada uno de nosotros está invitado a poner a disposición sus propias capacidades para que, realizándonos como persona, colaboremos para hacerla crecer.
Nadie de nosotros debe cruzar los brazos. Dios ha escondido en cada uno muchos dones, pensando en el crecimiento de su Iglesia. No podemos enterrar estos dones en el mundo, usándolos de modo egoísta, pensando solamente en nosotros mismos. Los dones que Dios nos dio son también un compromiso con él. Deben ser utilizados en la construcción de su reino.
Si Dios te dio, por ejemplo, un don musical, no es solo para que tú saques ventajas personales de esto, Él espera que con tu música puedas hacer crecer su Iglesia.
Si Dios te dio una gran inteligencia, no es solo para que tengas diplomas y un buen empleo, sino para que también descubras nuevos modos de anunciarlo.
Si Dios te dio el don de la comunicación, de la simpatía, de la amistad no es solo para pensar en ti mismo, sino para atraer otras personas a Él.
Infelizmente, existe mucha gente con sus dones enterrados en el mundo.
Existen personas con dones fantásticos, pero que están traicionando a Dios.
Utilizan sus dones solo en función del propio bienestar. Para él no tienen tiempo. Otros tienen miedo de comprometerse.
Con todo, el evangelio es claro. Este hombre que nos confió sus bienes (la Iglesia), tendrá un encuentro personal con cada uno de nosotros y se interesará en saber con qué nosotros contribuimos en el crecimiento de su propiedad. Y a todos los que respondan que con sus dones ayudaron en el aumento de la Iglesia, Él dirá: “Muy bien, siervo bueno y fiel, como fuiste fiel en lo poco, yo te daré mucho más, ven a participar de la alegría de tu Señor”. Pero a aquel que solo pensó en sí mismo, que enterró todos sus dones en las cosas del mundo, se perderá en su propio aislamiento.
Sin dudas, ¡Dios nos ama, pero su amor es exigente!
El Señor te bendiga y te guarde.
El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.
El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la paz.