- POR MARCELO PEDROZA
- Psicólogo y magíster en Educación
- mpedroza20@hotmail.com
En la novela de suspenso “El psicoanalista”, John Katzenbach, periodista y escritor estadounidense, expone con genialidad lo que le sucede al protagonista del exitoso thriller psicológico que publicó en el año 2002. Es una obra que atrapa al lector, lo sumerge en la trama, incluso en los diálogos que entablan los personajes es posible que algunas reflexiones lleguen a interperlarlo. Hay tantas historias por contar, es la vida una constante creación de instantes que se convierten en anécdotas. Es que lo que se vive de alguna forma produce consecuencias, y eso lo puede acreditar el doctor Frederick Starks, eje central del libro citado al inicio.
El tiempo todo lo conecta, quizás una de sus herramientas más eficaces viva en la mente de cada uno. Allí residen los recuerdos, los calendarios que raras veces se vuelven a ver, los plazos que marcaron objetivos y que datan de una lejanía que exige un esfuerzo especial para intentar imaginar detalles de un lugar, un mensaje o un rostro. Hay memoriosos que tienen una notable facilidad para indicar el minuto exacto en que un determinado acontecimiento ocurrió. Hay quienes necesitan ayuda para rememorar un episodio concreto. Esto último le pidió el doctor Starks a su mentor el doctor William Lewis, el médico que lo había psicoanalizado veinticinco años atrás, cuando era un nobel profesional.
El trayecto existencial encuentra en cada vida el nombre que lo identifica, es el ser humano una expresión esencial en el universo del tiempo. Por eso hay que valorarlo en su integridad. El anciano doctor Lewis, dispuesto a darle contención a su discípulo, le dijo: “Pero me parece que, a medida que analicemos, sería conveniente mirar también el presente, porque vas a tener que encontrar respuestas tanto en el pasado como en el presente. Acaso también en el futuro. ¿Podrás hacerlo?”.
Es desafiante animarse a indagarse a uno mismo, revisar las razones que lo han llevado a tomar una decisión, observarse desde un mirador diferente y darle sentido a lo vivido. También es un reto percibirse en el ahora. Dado que requiere sed de transparencia, aceptación de finitud, desprendimiento de lo innecesario y resiliencia ante las expectativas. Igualmente es motivante proyectarse ideando lo que se quisiera vivir, más allá de las incertidumbres propias de la frágil humanidad.
El tiempo es conocimiento y el conocimiento es tiempo. La comprensión de los instantes es uno de los caminos que lleva al encuentro con las respuestas que sostienen la dicha de poder vivirlos. “Me parece que lo que necesitas son conocimientos, Ricky. Información. Comprensión”, le sugiere en un tono paternal el doctor Lewis a Frederick. Esa recomendación es el compendio sustancial para entenderse y estimarse; y al hacerlo, poder construir vínculos significativos con los demás.
El tiempo todo lo conecta, quizás una de sus herramientas más eficaces viva en la mente de cada uno. Allí residen los recuerdos, los calendarios que raras veces se vuelven a ver, los plazos que marcaron objetivos y que datan de una lejanía que exige un esfuerzo especial para intentar imaginar detalles de un lugar, un mensaje o un rostro.