DESDE MI MUNDO
- Por Mariano Nin
- Columnista
En estos días los asaltos armados son tan habituales que nos devuelven al viejo oeste, solo que esta vez los caballos fueron suplantados por motos y las armas son automáticas.
Y siempre el debate gira en torno a la “justicia por manos propias”. Son varios los casos en que los vecinos se juntan, persiguen, detienen y linchan a los delincuentes, para luego entregarlos a las autoridades.
Ya me asaltaron, así que puedo hablar con propiedad. También sentí deseos de salir a matar descarriados, drogadictos o motochorros, aun convencido de que eso no va a acabar con el delito.
Pero la solución al problema no pasa por cuantos motochorros son linchados, ejecutados o detenidos si no atacamos la raíz del problema.
Familia, instituciones que no funcionan, educación, seguridad minada por casos de corrupción, impunidad y todas esas cosas que todos sabemos, pero de las que nadie quiere hablar, porque es más fácil que la gente se pelee.
Muchos de ellos son chicos con familias destrozadas y vidas miserables. Sé que me van a decir que Pepito también tuvo una vida miserable y no por eso salió a robar, pero esa, en verdad, es otra historia. ¿La vida nos trata a todos por igual? Si así fuera, sería un mundo perfecto, pero no lo es.
Hoy es cierto, te matan por un celular. Por ese celular barato lleno de sangre y angustia “que vos mismo comprás en la calle”, sí, vos que te quejás de la inseguridad.
En los semáforos se multiplican los chicos que piden monedas, esos mismos chicos que las instituciones ignoran y dan clases de supervivencia en las calles. Sin educación y maltratados por todos ya sabemos qué pasará con ellos. Las instituciones no los ven hasta que se agarran a trompadas con un automovilista o roban una moto para salir a robar.
Sin educación, sus principios se reducen a lo que aprendieron en la calle de la misma gente con la cual conviven. Muchas veces son detenidos… y liberados por la Justicia antes de que vos llegues a hacer la denuncia. Son a esos chicos a los que apuntan impunemente las mafias de las drogas.
Esas víctimas vulnerables que luego van a robar y matar por un celular y a los que vos a su vez vas a querer matar. Una cadena interminable de indignación, impunidad y caos.
“Haga patria, mate a un motochorro”. En las calles ya prevalece la ley de la selva y en un tiempo solo sobrevivirán los más fuertes. Si todos salimos a matar chespis, asaltantes o motochorros, entonces en un tiempo serán aniquilados... y en las calles solo quedarán los asesinos. No tiene sentido. Pero sí... esa es otra historia.