- Por Jorge Torres Romero
- Columnista
Santiago Peña venció a una maquinaria política y mediática que montó una campaña de desprestigio en su contra con mentiras y odios. Su perfil dialoguista y su formación académica e intelectual primaron ante el discurso retórico vacío y mediocre de sus oponentes.
Esta misma maquinaria, política y mediática, precisamente no será la que pondere sus aciertos, al contrario, seguirá en la misma línea destructiva y maximizará sus posiciones aperturistas y dialoguistas para reducirlas cómo reculadas, cambio de posiciones, señal de debilidad o falta de firmeza; cuando que, en realidad, es todo lo contrario. Su mayor fortaleza es cambiar decisiones para un mejor entendimiento.
Durante cinco años hemos padecido la falta de decisiones y las posturas del mitã'i caprichoso. Esa conducta infantil ante la evidencia de lo que está mal nos condena. Tenemos un rosario de ejemplos. Nunca nos olvidamos del “Fuerza Patricia” de Marito, a la expresidenta de Petropar imputada luego por corrupción tras el escándalo del “agua tónica” en la pandemia. La mantuvo en el cargo por su capricho. Se acuerdan del “Fuerza capitán”, un Mazzoleni incapaz de cerrar una compra urgente para la pandemia y mucho menos, de gestionar las vacunas para salvar vidas. Ni el escándalo del “clan Ferreira” lo tumbó de inmediato, Marito lo mantuvo por caprichoso.
Durante 3 años también perdimos el tiempo en educación, con un ministro que logró enemistar a toda la comunidad educativa. Por su capricho lo mantuvo a Eduardo Petta y le costó incluso perder aliados estratégicos por su terquedad. Todo esto generó un enorme perjuicio para el Paraguay.
Por eso, insisto, lo que para algunos puede ser visto como una señal de debilidad o equivocaciones de este gobierno que apenas está empezando, deberían ser más bien consideradas como una fortaleza, puesto que, más grave que cometer errores sería persistir en ellos. Pues, de qué le sirvió al país tener un mandatario que actuaba por pichaduras antes que como estadista, si al final, el resultado no se tradujo en un beneficio para la mayoría de la población, es decir, jamás estuvo orientado a la búsqueda del bien común.
Al respecto, hace unos años fue publicado un estudio por la Universidad de Harvard en el que justamente se preguntaba a varios expertos ¿cuál es el peor error que puede cometer un líder?
En su mayoría, los consultados respondían que el peor error era poner el interés personal del líder por encima del de su institución, o en este caso, su país, puesto que, liderazgo es también responsabilidad, por lo que velar por los intereses propios en lugar de los seguidores es de irresponsables.
Ahora, volviendo a nuestra realidad, sería oportuno analizar cada acción en particular y no dejarse llevar simplemente por las opiniones del momento de algunos oportunistas. En este caso, lo que queda claro es que tenemos un presidente que puede cometer errores, pero, al que tampoco le tiembla el pulso para rectificar el rumbo cuando sea necesario y el beneficio será mayor para el país.
Una de las acciones más difíciles para el ser humano es reconocer los errores cometidos, probablemente porque esto implicará tener que retractarnos, aceptar las consecuencias y en muchos casos admitir nuestra equivocación ante quienes no deseamos. Sin embargo, es necesario vislumbrar el beneficio de admitir y reconocer los errores cometidos y sobre todo, tener la capacidad de enmendarlos porque, finalmente, esto es lo que nos hace ser humanos. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.