- Por Ricardo Rivas
- Corresponsal en Argentina
- X: @RtrivasRivas
El trayecto hacia la segunda vuelta electoral presidencial entre el candidato de la coalición oficialista Unión por la Patria (UxP) Sergio Massa –también ministro de la Economía en bancarrota de este país– y el postulante del partido La Libertad Avanza (LLA), Javier Milei, transita entre dos situaciones bien distintas, como corresponde a las paralelas parecen no tocarse, aunque la geometría sostiene que “en el infinito se juntan”. Veamos.
En la primera de esas paralelas, el valor del dólar oficial para el mercado mayorista clavado por decisión del ministro-candidato en $ 350- por cada billete norteamericano, consiguió contener levemente el ritmo ascendente del Índice de Precios al Consumidor (IPC) que, como se recordará, en setiembre último se expandió 12,7 %.
Las proyecciones de los más importantes consultores locales dicen que para el mes que finalizará mañana, ese indicador se ubicará en torno del 10 %. La consultora Marina Dal Poggeto, en el transcurso de una intervención radial, estimó 9,8 % y precisó que, en el rubro alimentos, el incremento alcanzará 9,5 %. Según el gubernamental Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), en el mismo mes, los salarios crecieron en promedio 7,6 % pero pese a ello, cayeron en términos reales 5 %. Las estadísticas, una vez más, dan cuenta que no son pocos los trabajadores formales que en la Argentina están por debajo de la línea de pobreza. Tienen trabajo y son pobres.
Otro indicador preocupante para sopesar la marcha de la economía argentina da cuenta que en el cierre de la semana que pasó el billete norteamericano que en el mercado oficial minorista cotiza –también por decisión de Massa, el ministro candidato– a $ 365,50 en el mercado paralelo, informal, negro, blue o como se quiera llamarlo, se transa a $ 990, lo que marca una brecha entre las dos cotizaciones en torno del 180 %. Mientras, el Banco Central (BCRA) se acumulan reservas negativas. Al parecer, la carencia de dólares se ubicaría en torno de unos 12 mil millones, a pesar de que la autoridad monetaria consiguió comprar unos USD 400 millones.
Coincidentes consultores reportan que también hasta el pasado mes de septiembre –”de la mano de lo que aquí se conoce como el ‘plan platita’ del ministro y candidato Massa– el gasto fiscal se incrementó significativamente en términos anuales. Para los salarios de los empleados públicos el aumento alcanza 146 %; pensiones y jubilaciones, 119 %; programas de contención social, 138 %; otros gastos, poco más de 200 %; y, las transferencias del Tesoro Nacional a las provincias crecieron casi 280 %.
A los datos estadísticos es necesario añadir para completar el panorama que escasea la provisión se combustibles –en especial el gasóleo– y que, como lo alertan numerosas asociaciones médicas, en los sistemas de salud público y privado ante la carencia de insumos se suspenden o reprograman “sin fecha” estudios para los que se deben utilizar reactivos que no se producen localmente.
La segunda paralela es por la que transitan los actores políticos. Si bien después de las pasadas elecciones presidenciales del 22 de octubre y las sucesivas provinciales que se desarrollaron a lo largo del año el mapa político se ha rediseñado totalmente y no le fue bien al oficialismo nacional, en la segunda vuelta que viene solo se definirá quién habrá ser presidente entre el 10 de diciembre próximo y la misma fecha en 2027. Las aguas se agitan.
Desde la noche misma en que se conoció el escrutinio, cuando se supo que en el Parlamento ninguna de las fuerzas políticas allí representadas tiene quorum propio para llevar adelante ninguna iniciativa sin alcanzar acuerdos con otros sectores, tanto el oficialista Massa, con 36,68 % de los votos emitidos como el libertario Milei, con el 29,98 %, iniciaron las acciones tendientes a capturar la mayor cantidad de voluntades posibles de cara a la segunda vuelta que se realizará el próximo 19 de noviembre. ¿Quién ocupará el despacho principal de la Casa Rosada, sede del gobierno federal argentino?
Muchas cosas cambiaron desde aquella medianoche o, más precisamente, se sinceraron. Sergio Massa, como lo hiciera en los debates televisivos previos a la elección presidencial –convencido de su debilidad- llamó a un eventual “gobierno de unidad nacional” en el caso de que acceda a la presidencia y para ello, principalmente, apuntó a “los radicales”. Por su parte, la vencida candidata de Juntos por el Cambio (JxC), Patricia Bullrich, 48 horas más tarde, informó que junto con el expresidente Mauricio Macri (2015-2019) serán aliados a Milei “para terminar con el kirchnerismo” y “las mafias”.
Ante esas actitudes de quienes lideraron JxC, una decena de gobernadores electos por esa coalición en las principales provincias argentinas se apuraron a declararse neutrales. Ni Massa ni Milei en el balotaje que viene. Desde todo lugar comprensible porque los diez saben que deberán gobernar cuatro años con uno o con otro como presidente y, ante ese dilema, prefirieron preservar la relación futura con el gobierno que viene. Son conscientes de la necesidad de plantarse allí porque en política decir no es lo mismo que hacer y no siempre lo dicho se hace porque no se puede hacer, porque no se sabe hacer o porque no se quiere hacer. No es hora de alineamientos prematuros. Habrá que ver.
Así las cosas, tanto desde los sectores vinculados con Massa como desde los cercanos a Milei, se lanzó una intensa campaña de cara a la ciudadanía para atraer las voluntades mayoritarias. Sin embargo y desde ambos sectores se las convoca con argumentos falaces en procura de evitar o reducir a su máxima expresión el voto en blanco, el voto nulo o la no concurrencia a las urnas pese a que en este país votar es una obligación para quienes tienen entre 18 y 70 años.
En ese contexto, los unos y los otros dicen que “el voto en blanco o no ir a votar es funcional a” o que “beneficia” a tal o a cuál. Falso. En la Argentina el recuento de votos es de los sufragios emitidos y válidos. Los blancos no se cuentan a favor de nadie. No se contabilizan. Pero más allá de esas argumentaciones mentirosas. Orientar el voto con esos argumentos no es ético. Votar es hacer uso del derecho humano a la libertad de expresión. La ciudadanía argentina, el 19 de noviembre, no tendrá sólo dos opciones. Por lo menos y dentro de la ley, tendrá tres. Sergio Massa, Javier Milei o votar en blanco. El derecho a la libertad de expresión incluye expresar la voluntad popular. La libertad de información tiene como límite la falsedad. Como se dice por estos tiempos, reportar que solo hay dos opciones a la hora de votar es hacer circular una fake new. Una mentira. Un bulo.
¿Por qué lo hacen, entonces?, consulta La Nación. “Es muy probable que los dos candidatos o sus equipos de campaña apunten a que el que resulte electo presidente tenga la mayor legitimidad posible”, responde un reconocido y veterano politólogo argentino con proyección internacional que demanda reserva acerca de su identidad. “Como lo explicó Weber (Max, sociólogo y economista alemán 1864-1920) tanto Massa como Milei fueron electos como lo manda la ley. Por lo tanto, tienen legalidad. Sin embargo, procuran legitimarse a través del carisma, la tradición y/o la racionalidad que deben exhibir para que, alguna de esas tres condiciones, se la reconozcan los electores y los voten por ellas”. ¿Y votar en blanco? “Es el derecho que tiene la ciudadanía de expresarse en libertad y, desde una perspectiva ética y de derechos humanos tiene que quedar claro y no hay porque fustigarla”.
En eso andan –en esta etapa electoral– quienes, como Massa y Milei, hasta ahora, exhiben liderazgos de baja intensidad como lo indican los porcentuales de votos conseguidos. Quieren más voluntades electorales y no ahorran argumentos para hacerlo.