- Por Jorge Torres Romero
- Columnista
La diplomacia brasileña siempre se ha caracterizado por tener una agenda bien definida para mantener su hegemonía en las relaciones internacionales y sobre todo para consolidar un liderazgo en la región.
En este contexto, estamos nuevamente en las puertas de una negociación histórica como lo será la revisión del Anexo C del Tratado de Itaipú, firmado en 1973. Hoy, 50 años después de aquel trascendental episodio, se necesita un rumbo rectificador en la aplicación del Tratado de Itaipú, quizás como una manera de revertir la aplicación originaria del acuerdo que tenía asimetrías en detrimento del Paraguay.
A juzgar por la conformación del equipo negociador de nuestro país que estará liderado por el propio presidente de la República, Santiago Peña, están dadas las condiciones para que finalmente se logre un acuerdo que sea beneficioso para los intereses nacionales. Hay que tener en cuenta que nos vamos a enfrentar a una de las potencias no solo de la región, sino a una de las mayores economías del mundo y es natural que se tomen ciertas precauciones.
Sin embargo, como reflexionaba un diplomático amigo, en asuntos como este, donde hay de por medio tantos intereses y en los que se lesionan la soberanía de los estados, es natural que existan controversias. Es sabido que, así como en Paraguay están los “talibanes” del sector energético que se pasan tiroteando y a cualquier negociación califican de “entrega” o “traición a la patria”, también hay puntos de vista diferentes en el lado brasileño.
En la jerga diplomática, siempre se ha dicho que hay palomas y también halcones en Itamaraty y lo que no debemos hacer ahora es alimentar a los halcones, porque esto finalmente es un negocio no solo para el Brasil, sino también debe ser encarado como tal por el Paraguay, con un criterio de soberanía, de igualdad, de respeto y de reciprocidad entre los estados. Acá el objetivo de la negociación debe ser el ganar-ganar.
Debemos aprovechar la visión que ha expresado en varias ocasiones el mandatario brasileño Lula da Silva, quien se mostró favorable en lograr un acuerdo que garantice el desarrollo de ambos países. “Brasil, por su tamaño, su población y por ser el país más desarrollado desde el punto de vista industrial, científico y tecnológico, debe tener la grandeza de ser humilde y de compartir todo aquello que pueda ser bueno para el pueblo brasileño con los pueblos de los países vecinos”, había manifestado Lula cuando asumió el director general brasileño de Itaipú.
Lo importante es que también el Paraguay tenga un plan estratégico de desarrollo y entender que el factor modernizador, social y económico del país debe ser garantizar la generación y el consumo de nuestra propia energía eléctrica. Se debe apuntar a una política de optimización energética buscando a la par nuevas fuentes de generación.
En poco tiempo, el crecimiento sostenido de nuestra economía nos va a forzar a aumentar nuestra capacidad de consumo eléctrico y a tener que dotar al sistema eléctrico paraguayo de mejores interconexiones, de más redes de transmisión y de distribución; es decir, una mayor infraestructura para acceder y aprovechar la totalidad de la potencia que tenemos disponible para nuestro país.
El potencial energético del Paraguay es muy grande e Itaipú es una pieza central en esta visión, puesto que nos ofrece la posibilidad de lograr políticas de crecimiento económico con desarrollo social. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.